El Fondo Monetario Internacional (FMI) le dio luz verde al anhelado préstamo de 1.400 millones de dólares a El Salvador, dinero fresco que oxigena la gestión del presidente Nayib Bukele. Sin embargo, el pacto tiene una letra pequeña.
El alivio financiero no es incondicional. El Fondo impone al menos dos prerrogativas a Bukele para que tenga acceso a ese dinero a lo largo de 40 meses: mantener a raya el uso del bitcóin y mayor transparencia en la gestión de los recursos públicos.
Más allá de la típica receta del FMI, que implica recortes en materia fiscal para «corregir los desequilibrios macroeconómicos», la dosis diseñada para El Salvador da al traste con uno de los principales proyectos económicos de Bukele, que era la apuesta por la criptomoneda, y pone una lupa sobre las arcas del Estado.