Es tan enorme la figura del expresidente Alan García que hoy no pocos afirman que el líder aprista no se quitó la vida de un balazo, para evitar ser detenido preliminarmente -e irregularmente- por el caso Odebrecht en su casa, sino que se encuentra viviendo como ermitaño en alguna cabaña en Suiza.
A cinco años de la muerte del líder aprista, finalmente, muchos peruanos -engañados en su momento por la prensa adicta a la publicidad estatal de Martín Vizcarra- están abriendo los ojos y dándose cuenta de que el dos veces mandatario fue víctima de un “cerco” que lo orilló hasta su muerte.
Los artífices de esta celada fueron los fiscales José Domingo Pérez y Rafael Vela Barba, además del periodista Gustavo Gorriti. De acuerdo al relato de Jaime Villanueva, Vela le dio información a Gorriti acerca de una conferencia por la que Alan cobró 100 mil dólares de un conglomerado de empresas brasileñas, donde estaba incluida la corrupta constructora Odebrecht, por una conferencia que ofreció en Sao Paulo, cuando ya no era presidente, en el año 2012.
Con este insumo, el oenegero creó una publicación en IDL, deslizando que Alan habría recibido una mísera coima (a comparación de las que presuntamente recibieron otros expresidentes peruanos por obras públicas) de la empresa carioca. A partir de ese “indicio”, Pérez solicitó el impedimento de salida del país del aprista, a pesar de que este había llegado desde España -desoyendo los consejos de sus amigos más cercanos- para declarar ante el Ministerio Público, lo que evidenciaba su disposición para someterse a la justicia.
Víctima de una emboscada, Alan García conversó con el extinto expresidente uruguayo Tabaré Vázquez, quien le prometió que le daría asilo político, por lo que García se alojó en la embajada de dicho país. Sin embargo, Vázquez incumplió con su palabra y rechazó otorgarle el indulto al exgobernante, en medio de la presión que ejercieron los caviares Pedro Cateriano, Rosa María Palacios, Augusto Álvarez Rodrich, entre otros zurdos de cafetín que no dudaron, incluso, en viajar a Uruguay para evitar que Alan sea asilado.
Pero, como el tiempo pone las cosas en su lugar, en la actualidad muchos aseguran que, si García hubiera estado vivo, el ignorante y golpista Pedro Castillo jamás se habría sentado en el sillón de Pizarro.
Cuánta falta hace un estadista como el Alan de su segundo gobierno (sin duda, aprendió la lección del ‘Aprocalipsis’) en estos momentos en que el país, desde el año 2011, viene en caída libre. Dato mata relato: durante la gestión de García, el Perú crecía casi al 8% anualmente y era visto como un milagro económico.
Alan García pasará a la eternidad como el artífice del mejor gobierno del siglo 21; mientras que sus odiadores serán olvidados porque solo son simples pigmeos: un pie de página en los libros de historia.