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Regresión disfrazada de evolución

Las mujeres siempre hemos sido la mitad de la población, más no siempre hemos sido vistas. Durante siglos, no recibimos una educación de calidad, ni mucho menos, tuvimos acceso a propiedad privada. Por ende, hemos sido subestimadas y menos preciadas. No obstante, es necesario ser honestos sobre las carencias que hemos sufrido y avances que hemos logrado. Gracias a la lucha de generaciones pasadas, hemos podido abrir puertas en las sociedades más desarrolladas. Lamentablemente, estas están siendo tergiversadas y diluidas por intereses externos. En vez de ser una sociedad consciente de los riesgos del subdesarrollo, nos estamos dirigiendo hacia una trampa ideológica que culminará en el abismo. 

A lo largo del siglo XX, las mujeres occidentales recibieron el derecho al sufragio. Mediante este, se hizo legítimo el uso de nuestro raciocinio ideológico, y por ende, obtuvimos un lugar en la política. Sean Golda Meir o Margaret Thatcher, las mujeres logramos dejar una huella en el panorama mundial. Llegamos a lo alto de la política en momentos de guerra y cumplimos metas. Pero tampoco sería la primera vez. Todos hemos leído o visto películas sobre Enrique VIII y Ana Bolena, la razón por la que se fundó la Iglesia de Inglaterra; más no sobre la gran Catalina de Aragón, la primera esposa de Enrique VIII. Esta mujer fue la primera representante diplomática de un país, abrió las puertas del espionaje en las cortes europeas, y dirigió guerras victoriosas. No se vio limitada por ser madre, no perdió el juicio por tener principios católicos, ni tampoco se rindió ante las amenazas de un tirano. Sin haber conocido la firmeza de Catalina de Aragón, el pueblo Inglés no hubiera sido gobernado por Isabel I, quien llego a ser reina de por más de 40 años. Del siglo XIV al siglo XXI ha habido muchos cambios, negar los avances y retos sería mezquino. Es cierto que las mujeres no teníamos derecho a votar hasta hace unas décadas, pero los hombres tampoco lo tenían. El derecho al sufragio fue otorgado en las cortes, luego a los soldados, a los civiles y finalmente a las mujeres. No hay excusa para excluirnos y discriminarnos, pero tampoco fue un error incorregible. La democracia es un experimento relativamente reciente.   

Por otra parte, hay muchas profesiones que han sido dominadas por hombres, y otras, que han sido ejercidas únicamente por mujeres. Sea la costura o construcción, por años no hubo libertad de ejercicio profesional. Sin embargo, en los países de cultura occidental, disfrutamos de la opción para elegir. Las mujeres ya no somos súbditas de un impedimento legal que fuerza una opción sobre la otra. El estigma, qué dificulta la admisión o integración laboral a carreras de arquitectura o ingenierías, ha sido superado. No obstante, hay profesiones, como la docencia infantil, que sigue siendo ejercida predominantemente por mujeres. ¿Esto significa que los hombres están siendo oprimidos, discriminados, y por ende, negativamente afectados? Claramente no. Las razones pueden ser múltiples, más estas no implican una razón discriminatoria exclusiva. Asimismo, si miramos las cifras, podemos ver que la gran mayoría de víctimas de muerte accidental laboral son los hombres. Incluso, que  la mayor parte de la población presidiaria son hombres. En ambas estadísticas encontramos des balances porcentuales, y si bien estos no son positivos, reflejan diferencias que afectan negativamente a los hombres. 

Contrariamente, hay crímenes que históricamente han perjudicado a las mujeres y niños, sea la violencia sexual o doméstica. Hoy en día existen movimientos políticos que buscan proteger mujeres vulnerables, lo cual es admirable y altamente necesario. Pese a esto, hay otros legisladores oportunistas con objetivos dispersos. Creen que sexualizando a la mujer van a evitar que antisociales cometan crímenes. Incluso, suponen que el bajar las penas beneficiará a la agraviada, asumiendo que habría menor demanda de evidencia. La realidad es lo opuesto. Las mujeres somos seres independientes con diversidad de pensamiento, y como tal, sabemos que hay mujeres qué mienten y cometen delitos. Lo que necesitamos es un sistema eficiente que haga hincapié en la atención médica y evidencia judicial. Sobre todo, porque la violencia doméstica se encuentra en relaciones de toda orientación sexual, lo cual requiere una mirada justa y objetiva.   

Hay distintas estrategias que podrían frenar los ataques a las mujeres, sea la práctica de artes marciales, deporte que aplica una filosofía basada en la sabiduría oriental; o la prevención de uso y abusó de sustancias, cuál implica la educación para un mejor accionar. Las estrategias productivas han dado efecto positivo en el norte de África, zona donde las mujeres padecen inmensamente. En cambio, gracias las políticas que pretenden redefinir nuestra identidad a través de la interseccionalidad, en Europa hay muchos delincuentes libres de pena. 

Para poder resolver y enfrentar retos, es necesario ser honestos. Las mujeres no somos de porcelana ni de cristal, somos de carne y hueso, igual que los hombres. Tenemos intelecto, capacidad y tenacidad. Ser mujer es hermoso. Podemos cargar un ser en nuestro vientre, defender nuestros derechos, y cumplir nuestros sueños. No aspiramos a ganar enemigos ni justificarnos con mentiras. Para proteger mujeres necesitamos igualdad, contrario a las cuotas de género. Tenemos que aspirar a vivir en una sociedad que reconozca a las mujeres que usan su libertad para a quedarse en el hogar y criar hijos; cómo también existen mujeres que no quieren tener hijos y prefieren dedicarse a su profesión. Ambas son igual de valiosas. Hay mujeres, como Masih Alinejad o Yeonmi Park, que dan la lucha por los derechos igualitarios, sin culpar a otros ni justificar atrocidades con ideologías refutadas. Ese es el feminismo que ha abierto puertas y dejado huella.  

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