Hace mucho tiempo, en un reino lejano, existía una tierra gobernada por un consejo de animales sabios. En este reino, la democracia reinaba como forma de elección de sus jefes, y cada criatura, grande o pequeña, tenía una voz en las decisiones que afectaban a la comunidad.
Entre los miembros del consejo estaba el anciano León, una figura respetada por su sabiduría y experiencia. Un día, el León convocó a todos los animales a una asamblea en el claro del bosque para discutir los posibles riesgos a la democracia que los regía.
El León comenzó a relatar la historia de dos pueblos: un pueblo muy antiguo, el de sus antepasados y un pueblo moderno como en el que actualmente vivían. Explicó cómo la democracia en el antiguo pueblo estaba limitada para unos pocos privilegiados, que por sus méritos individuales accedían a este derecho, mientras en el pueblo moderno, todos sus miembros sin excepción tenían derecho a participar en el proceso de toma de decisiones.
El León advirtió primero sobre los riesgos a la democracia moderna. Habló sobre de la tiranía de la mayoría, muchas veces ignorante, enferma y desigual, donde además los derechos de las minorías de diferente índole podían ser ignorados en favor de los deseos de la amplia mayoría. Recordó también cómo en el antiguo pueblo, las voces de las minorías eran silenciadas por los más poderosos.
También mencionó el peligro de la influencia corruptora del dinero en la política. Explicó cómo los intereses de pequeños grupos con acceso a recursos podían manipular el sistema democrático en su propio beneficio, distorsionando así la voluntad del pueblo.
El León continuó hablando sobre la polarización política y de la falta de compromiso y alineamiento entre las facciones opuestas, advirtió sobre cómo la división y el conflicto podían paralizar la economía del reino, impidiendo que se tomaran decisiones efectivas para el bienestar de todos.
Por último, el León mencionó del peligro de la apatía ciudadana que dejaba de votar y de la falta de participación, ya que muchos detestaban la política, pero renegaban de ella permanentemente. Explicó también cómo la indiferencia de los ciudadanos ante los principales problemas de hambre, salud y educación podría debilitar la democracia, dejándola vulnerable a la manipulación y al abuso de poder.
Al final de su discurso, el León hizo un llamado a la acción. Instó a todos los animales a ser vigilantes y a proteger los fundamentos de la democracia. Les recordó que, si bien la democracia tenía sus riesgos, también era un tesoro precioso que debía ser protegido y defendido por todos.
El León, pidió a los miembros de su concejo escribir sobre piedra las dos máximas que debería el pueblo respetar para la defensa de la democracia necesaria para su pueblo:
- La Participación de todos los adultos, independientemente de su estatus social, sexo o raza, a través del sufragio universal y su representación parlamentaria.
- Una Estructura de gobierno con una clara separación entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial, junto a un sistema de controles y equilibrios para evitar la concentración de poder.
Y así, en el reino de los animales, la democracia floreció, protegida por la sabiduría y el compromiso de sus ciudadanos. Todos aprendieron a enfrentar los desafíos juntos, recordando siempre las lecciones del anciano León sobre los riesgos inherentes a la democracia en cada momento de su historia.
No permitamos jamás que con falsos juicios, regalos costosos y perversas intenciones perdamos nuestro más preciado tesoro, nuestra Democracia.