Opinión

Los neonatos apristas

Hace unas semanas circuló el articulo “Los Niños del Apra”. El autor, Fernando Rospigliosi, observa las peleas internas que estallaron por el control del partido tras recuperar la inscripción ante el JNE. Su fuente es el semanario “Hildebrandt en sus trece”. Y su ilustrada opinión concluye que el gran Partido construido desde hace una centuria por Haya de la Torre, podría terminar en manos de una “gavilla de delincuentes” si las bases desplazan a curtidos prebostes.

Rospigliosi es un “analista político”, afamado por lo ligero de sus análisis y más celebrado aún por lo frecuente de sus yerros cuando emite “conclusiones” o “predicciones”. Parejo siempre, esta vez vuelve a errar.

Si tan reputado analista se hubiera dado el trabajo de siquiera indagar qué sucede al interior del Partido, sabría que tales peleas son más bien disputas protagonizadas estas últimas semanas entre dos facciones organizadas a nivel de la dirigencia nacional. Y no desde las “bases”, a las que describe, persistiendo en el yerro como siempre, “muy alejadas de las ideas, los principios y la experiencia de los viejos dirigentes y, en su mayoría, son solamente oportunistas que pretenden medrar de la política, como han visto hacer –con envidia- a una numerosísima caterva de sinvergüenzas de todos los colores en las últimas décadas.”

Si nuestros científicos sociales fueran un poquito más allá del chisme e investigaran, acercándose a la masa crítica para observar o cruzando testimonios tomados directa o indirectamente para analizar; quedarían advertidos que en el Apra hay cuadros comparecidos de una experiencia de gobierno exitosa y nuevos elementos que acumulan una importante experiencia profesional y también política dentro del Partido. Y no concluirían por analogía y sospecha: “Y así sucedió en Acción Popular (…) Y así podría ocurrir en el Apra…”.

Si nuestros periodistas husmearan algo más que las páginas de la prensa -físicas o virtuales- para preparar la pauta del programa y editorializar, antes que repetir y repetir los mismos temas, los mismos personajes; sabrían que la actividad al interior del Partido, aunque reducida es intensa. Y dirían algo más realista -u optimista- que: “En un sistema político en escombros –e irreparable- como el peruano, el capturar un “partido tradicional” es un medio quizá más eficaz que fundar uno nuevo, porque hay una enorme cantidad de ilusos, ingenuos y desinformados que son los que votan y deciden.” Hacer periodismo profesional es voltear la noticia, encontrar diferentes ángulos, buscar el enfoque distinto, verla.

Si nuestros comentaristas elevaran su opinión solo por encima de sus preferencias o antipatías, y aportaran conocimiento fresco, reflexión histórica; no partirían de la simple premisa de que: “En el Perú, cuando desaparecen caudillos muy fuertes, que dominaban la vida del partido y que eran la locomotora que le permitía ganancias electorales, viene la “rebelión de las bases” contra la antigua cúpula”. Podrían referir -digo- cómo al asesinato del fundador del Partido Civil y expresidente, Manuel Pardo, sobrevinieron las figuras de Francisco Rosas y Lizardo Montero con sus “bochincheros jóvenes”, disputando el liderazgo del Partido hacia las elecciones de 1880, frustradas por la Guerra del Pacífico. O si tanta pereza produce esto, pues, más cerquita, más facilito sería repasar, repensar, estudiar qué pasó en el Apra cuando falleció Haya de la Torre en 1978 y comentar las semejanzas y diferencias con el acontecer actual. Algo así como tener un método científico.

El Apra agoniza en una transición. Y “la agonía es, pues, lucha”, según explica Unamuno. Tras el fallecimiento del expresidente Alan García, quien indudablemente lideró el aprismo por poco menos de cuatro décadas, hay un reacomodo de las fuerzas internas del partido y una pugna política por asumir papeles protagónicos, nuevos liderazgos y la conducción de un movimiento que, desde el pasado 23 de mayo, empezó a celebrar su primer centenario. Cualquier analista más o menos serio, más o menos pulcro, apenas indagando las acometidas alrededor de este acontecimiento podría conjeturar qué viene para el aprismo. Bajo la premisa, histórica, por cierto, que las instituciones padecen crisis, el futuro del aprismo, su movimiento, su doctrina, su organización política dependerá del resultado de estas disputas que han venido a la crisis, al desaparecer un fuerte liderazgo y declinar otros. Y lo que sobrevenga será hechura de la capacidad, la educación, la cultura política de quien o quienes, al superar esta transición, tomen las riendas de la Alianza Popular Revolucionaria Americana. “…es que esa paz -nos lo recuerda don Miguel- se da en la guerra y la guerra se da en la paz. Y esto es la agonía”.

Esta agonía, que es también una pascua, en el aprismo se agudizó tras el retiro de la candidatura presidencial de Nidia Vilchez y la no inscripción de las listas al Parlamento, de la última elección general en abril del 2021. Arrastrábamos todos las secuelas económicas y sociales dejadas por la inacabada pandemia ocasionada por el Covid y, aturdido aún el país, nos tocó un proceso electoral sobre la marcha. Mientras el nuevo gobierno balbuceaba en sus improvisaciones, las restricciones sanitarias cedían y la economía nacional reabría sus puertas; vino para el Apra la reinscripción. Sucede que, entre 2018 y 2019, una malhadada reforma política por teóricos que repiten experiencias ajenas a nuestra realidad y que poca o nula vida partidaria han tenido, burocratizó la vida de los partidos políticos. Los ha terminado por convertir en entes electoreros antes que en organizaciones que prioricen la vida política interna y así, eduquen en la pugna, en la lucha, en la agonía, a sus militantes. Y la presencia de los entes rectores del sistema electoral es mayor ahora que antes, de tal forma que las disputas internas que deberían resolverse en congresos o convenciones partidarias tienen que pasar por el tamiz de la autoridad electoral.

Pero hay un elemento capital que diferencia al aprismo en esta coyuntura y complica el recambio. Las normas que arrojó la “reforma política” fueron dadas para organizaciones antes electoreras que políticas. Y el aprismo es una organización centenaria, una religión que carga sus tradiciones y rituales, un partido político con sus resortes, poleas, contrapesos y diapasones que solo aquel que se adentre en la organización podrá comprender. Entonces, disposiciones para organizaciones electoreras, para grupos musicales, empresariales o deportivos trastocados de momento en agrupaciones políticas, no se ajustan a la realidad de un partido político, como es el Partido Aprista Peruano.

También hay que considerar el deterioro de la Política. Lo he señalado antes, en diversos artículos y ensayos. Estamos cerrando una etapa de nuestra historia reciente, donde la economía creció, en desorden, con informalidad. Como la economía se proyecta sobre la política, esta creció al compás de aquella, también en desorden y con informalidad. El mataperro, la robacable, los mochasueldos y demás especies, vienen de este nuevo orden. Desprestigiada la Política, la tarea de una auténtica organización política, de un partido político de a deveras, séase el Partido Aprista Peruano, enfrenta novedosas dificultades. El recambio o renovación es inevitable. Cierra un ciclo y abre otro. Lo que venga de aquí para adelante dependerá -está dicho- de la próxima cosecha.

Una sugerencia final. Los analistas políticos, los politólogos, los estudiantes de ciencia política, los curiosos sobre la política y los que quieran hacer política, deberían acercarse al Apra para observar el intenso trabajo, muchas veces silencioso, que realizan varios compañeros. Por lo pronto, si alguno de estos analistas hiciera su trabajo con ciencia, habría advertido que, al interior del Partido, hay varios compañeros ya en campaña, cada cual, a su manera, vía redes sociales, visitando bases, convocando compañeros, organizando conversatorios, publicando videos o escritos; a la expectativa que el actual régimen pueda caer en cualquier momento o de cara a las elecciones generales que no irán más allá del 2026. Es más, hace unas semanas un compañero hizo pública su precandidatura (medio zafado el hombre). Quien esté interesado por vislumbrar qué viene para el país y en la política peruana, debería averiguar qué hacemos los apristas. Cómo nos entrenamos en esta actividad -repito- reducida, pero intensa.

El tema interno es un tema que interesa solo a los apristas y será resuelto por los apristas. Desde fuera podrá ser visto con morbo. A la ciudadanía finalmente le interesa las propuestas que los políticos formulen para solucionar sus problemas. Pero este es otro tema.