La verdad no es relativa, como tampoco lo son las consecuencias del intento de ruptura del orden constitucional propiciado por Pedro Castillo el 07 de diciembre del 2022, quienes sostienen que esta acción fue producto de una crisis política originada por los continuos impases entre el gobierno y el poder legislativo cuya mayoría era opositora, olvidan mencionar que en menos de 15 meses se habían realizado más de 70 cambios de ministros, sin contar con las numerosas denuncias fiscales por corrupción que lo involucraban conjuntamente con su entorno familiar, lo que había traído como resultado que el congreso ponga al voto el pedido de su vacancia.
Es verdad que Pedro Castillo fue elegido democráticamente para ocupar la presidencia del país, como también es verdad que, al intentar disolver el congreso, ordenar la intervención del Poder Judicial y del Ministerio Público se deslegitimizo a si mismo, por lo que está detenido y siendo procesado no solo por intentar quebrantar el orden constitucional, sino también por existir indicios relevantes de ser parte de una organización criminal, colusión y trafico de influencias.
Es verdad que el caso Lava Jato desnudo la podredumbre moral de nuestra clase política, también es verdad que gran parte -sino todos- los medios de comunicación masiva encumbraron a los fiscales encargados de las denuncias como adalides de la justicia cual héroes griegos; es verdad que estos fiscales están siendo cuestionados por haber usado la investigación para intereses de terceros, con un acuerdo de colaboración eficaz que nunca fue eficaz y del que ahora sus principales aduladores callan.
Es verdad que Dina Boluarte asumió la presidencia del país cumpliendo constitucionalmente las atribuciones que le correspondían como vicepresidente, como también es verdad que en el poder legislativo no tiene partido que la represente, ni tiene un plan estructurado contra la inseguridad ciudadana u alguna otra iniciativa que le pueda brindar apoyo político. Esta verdad es conocida por los ciudadanos de a pie, por ello el respaldo popular hacia ella es nulo.
Es verdad que en democracia es mejor tener un senado que revise y mejore las propuestas legislativas de los diputados. También es verdad que los actuales congresistas pretenden retornar a la bicameralidad solo para el beneficio de ellos mismos, proponiendo requisitos hechos a su medida que les permitan ser elegidos para esos cargos.
Es verdad que necesitamos partidos políticos orgánicamente bien constituidos, con ideario y militantes convencidos de su causa, es verdad que para que ello ocurra sus dirigentes deben ser democráticamente elegidos bajo la supervisión de una entidad independiente, lo que garantizara legitimidad de la elección, de no hacerlo, el término “políticos tradicionales” seguirá sirviendo para desacreditar la institucionalidad política del país.
Es verdad que gran parte de la población esta harta de su clase dirigente y busca la aparición de un caudillo “antisistema” que prometa cambiar todo a cambio del apoyo popular, pero también es verdad que grandes caudillos de la historia gozaron de ese apoyo popular para luego ser repudiados universalmente; Alemania con Hitler, España con Franco y Chile con Pinochet son ejemplos que pueden dar fe de ello.
Finalmente es verdad que el poder absoluto trae como consecuencia inevitable la corrupción absoluta, por ello, Fujimori cumple su sentencia en el penal de la DIROES, así como es verdad que Pedro Castillo y Alejandro Toledo seguirán el mismo camino.
La verdad nunca será relativa, la verdad es una sola.