Opinión

La revolución del gas

Con la segunda reserva probada más grande de gas natural en Indoamérica, cuatrocientos (400) mil millones de metros cúbicos, suficientes para cubrir la máxima demanda nacional por treinta (30) años y la muy alta probabilidad de encontrar más reservas aún, el Perú debería tener una red nacional de gasoductos con derivadas para proveer combustible vehicular, calefacción a sus regiones más frías, aire acondicionado a las más calurosas, energía termoeléctrica –en ciclos combinados con la hidroeléctrica- e insumos químicos para la ciencia, la industria y la agricultura como, por ejemplo: fertilizantes.

Si, exactamente esos fertilizantes que han subido de precio en el mercado internacional postcovid, los mismos que importamos pero que podríamos producir en el Perú hasta cubrir la demanda interna y exportar al mundo y por el que ahora protestan los agricultores bloqueando carreteras.

El proceso es harto conocido. El metano –la molécula orgánica básica y principal componente del gas de Camisea, en un 80%- es deshidrogenado utilizando un catalizador que puede ser plata o paladio; el hidrogeno obtenido reacciona con nitrógeno que proviene de la licuación del mismo aire que respiramos para formar amonio que, disuelto en agua, se convierte en amoniaco.

El amoniaco reacciona con cualquier nitrato (puede ser de sodio o potasio) que abunda por el sur del país, para obtener nitrato de amonio, o con los fosfatos que por toneladas hay en Piura, para obtener fosfatos de amonio. Vale decir, fertilizantes para la agricultura entre otras posibilidades.

De pasadita podríamos construir más tanques para almacenar el GLP que se separa en Pisco, del gas que llega desde Camisea. Así dejaríamos de importar GLP, ese que, cuando hay oleajes anómalos frente al Callao, no puede entrar al Puerto.

Lo propuse antes y lo reitero ahora: una gran red que lleve gas natural desde Gueppi hasta Tacna; hasta Iñapari, hasta Caballococha, hasta Purús. Que pase bajo las aguas del Titicaca y llegue a Taquile, Amantani, a las noventa islas de los Uros y la gran urbe limeña con alma de tradición.

¡Que no es posible! De Rusia hasta Alemania, consorcios europeos han construido dos tuberías por debajo del Mar Báltico para transportar gas natural: la Nordstream I y la Nordstream II, esta última recién terminada de probar hace cuatro meses y que no va a entrar en funcionamiento hasta que se resuelva la situación bélica en torno a Ucrania, porque Alemania y la Unión Europea no ha autorizado su puesta en operación.

Justamente desde Rusia, pasando por Ucrania y Bielorrusia, diversas redes llevan gas natural a Europa. Hay yacimientos en Países Bajos y Noruega, pero no alcanzan para cubrir la demanda europea, por esto, Europa importa gas natural también de Argelia y Libia. Por esto, Europa está buscando como proveerse de más gas natural del norte de África para reemplazar el gas comprometido por la guerra en Ucrania. Por la misma razón Europa está buscando fuentes alternativas en el litio para fabricar baterías y motores eléctricos. La carrera es desesperada.

¡Qué no es rentable! Imagine usted, amable consorte de estas líneas que, de la isla de Taquile, por ejemplo, con sus dos mil doscientos habitantes, el país obtuviera un médico, un ingeniero o un técnico en reparación de artefactos que ayudaran a mejorar las condiciones de vida y la productividad de cientos o miles de peruanos. ¿No estaría cubierto el costo de instalación de la tubería de gas que, llevando calefacción hasta estas casas sobre el Titicaca, permitiera a los chicos que vuelven de la escuela, estudiar por la noche y dormir plácidamente, mientras el termómetro marca cerca de cero grados centígrados fuera de sus casas? Replique usted esta misma situación donde el termómetro marca por debajo de cero grados centígrados o donde la sensación térmica supera los treinta grados.

Es que el aprismo es un movimiento revolucionario, y la revolución está también en llevar gas natural a todos los peruanos para darle calidad de vida a nuestra gente y en fabricar más fertilizantes que contribuyan a garantizar la seguridad alimentaria del país y generar más energía eléctrica. La revolución también está en masificar el uso de combustibles menos contaminantes y desarrollar insumos químicos hasta completar la moderna economía de la investigación y el conocimiento que ahora nos desafía. Y todo a precios bajos… bajísimos.

Mientras, en otras partes están buscando fuentes de litio y cómo generar electricidad, nosotros con enormes yacimientos por el sur del país y una mayor energía potencial acumulada desde nuestras cumbres nevadas para generar electricidad sin fin. Mientras en otras partes están sufriendo por gas natural, nosotros: ¡sentados en un banco de gas!