La crisis que estamos viviendo no la hemos visto nunca.
No es una crisis “regional”, como la crisis “asiática” de 1997-1998, ni una crisis “financiera” de las hipotecas “sub-prime” como la del 2008.
Es una crisis “global”, acaso la primera gran crisis de la Globalización, y afecta a todos los países y a todos los sectores.
Sin alcanzar las dimensiones de la “Peste negra” del siglo XIV, que mató a más de un tercio de la población de Europa, se parece acaso más a ella.
La directora del Fondo Monetario Internacional acaba de decir que será peor que la crisis de 1929, aquello que se ha conocido como “la gran depresión”.
Va a cambiar las formas del trabajo existentes desde la revolución industrial, y va a a alterar los regímenes de libertades surgidos desde las revoluciones norteamericana y francesa del XVIII, debido al control digital del movimiento de los ciudadanos. Va a revertir los paradigmas económicos, volviendo a poner el sector público en el centro de la ecuación. Ahora sabemos que no todo lo hace el mercado. Que las sociedades necesitan Estados que se ocupen, entre otras cosas básicas, de la salud.
Una crisis verdaderamente “global”, requiere mecanismos y liderazgos también “globales”. Uno de los más dramáticos problemas es que carecemos de ese liderazgo global. La euforia que siguió a la caída del Muro de Berlín en 1989, y que ilusionó a muchos con la posibilidad de un orden mundial integrado, ha desaparecido para dar lugar a un mundo fragmentado, multipolar, con una deserción del liderazgo mundial de los Estados Unidos, una Europa dividida, y poderes emergentes que buscan su propia hegemonía como China y Rusia. No hay “Adults in the Room”, como tituló sus memorias el ex-ministro griego Varoufakis, usando una frase de la actual Presidenta del Banco Europeo, Cristine Lagarde.
La crisis es ante todo sanitaria. Presiona, hasta hacer colapsar, los sistemas de salud. España tenía uno de los mejores sistemas de salud pública del mundo, y ha sido desbordado por la pandemia.
¿Cómo responderá el sistema peruano? Nadie enterado ha podido darme el número de camas de cuidados intensivos que tenemos en Perú. La principal clínica privada de Lima tiene 29. ¿Y cuántos respiradores, el instrumento vital en esta pandemia, tenemos? Dicen que teníamos 274 y estaríamos creciendo con compras urgentes a 504. Si tuviéramos 20,000 enfermos y un 5% requiriera respiradores, podría atenderse a la mitad. Falta además personal capacitado.
Asimismo, uno de los problemas es que la Regionalización ha desarticulado el sistema de salud. No tenemos, en rigor, un sistema “nacional” de salud. Quizá esa regionalización ha servido para agua y saneamiento, pero no funciona al menos en salud.
Una crisis de esta magnitud requiere unidad nacional, y que todos apoyemos los esfuerzos del gobierno que esté en ejercicio. Este debería haber usado la cuarentena, este largo proceso de “supresión” y ya no “mitigación”, para tener una estrategia para “el día después”, tanto en salud como en recuperación económica. Este parón, implicará una caída brutal del PBI peruano y de los ingresos fiscales. Nadie sabe bien ahora mismo, en el mundo, cuál será el impacto (entre la mitad y dos tercios del Producto Económico mundial está parado). Los expertos españoles que consulté, creen que la recuperación de España no llegará antes del último trimestre del 2021.Las economías desarrolladas van a destinar 8 “trillones” de dólares a la post-pandemia (la mitad del tamaño de la economía de Estados Unidos).
Si contar con que puede haber una “segunda ola” de la pandemia, como ocurrió con la “fiebre española”de 1918.
¿Cuáles tienen que ser los objetivos?
El primero es la reconstrucción urgente de nuestro sistema de salud, sobre todo el de emergencia.
Segundo, tenemos que evitar que las cadenas de pago, ya bloqueadas, se rompan del todo.
Tercero, tenemos que proteger el empleo, no sólo el formal.
Cuarto, siendo el Perú un país con una economía mayoritariamente informal, tenemos que crear subsidios generalizados a las familias. Ya se está hablando en todo el mundo de un salario mínimo financiado públicamente, al menos temporal.
Quinto, salvataje a las empresas, con líneas financieras, y refinanciamiento de pagos públicos. Esto no puede ser sólo para las grandes empresas, como sucede hoy con el crédito, sino para todas las empresas, incluyendo las medianas, las pequeñas y las micro. El grueso de las empresas en Perú tienen menos de 10 trabajadores, e incluso las que son formales, cruzan a menudo la frontera de la informalidad. Esta crisis va a aumentar mas la economía informal.
La crisis va a significar una caída brutal del PBI y un déficit fiscal enorme. Es lo que causan siempre las guerras, y esta es una guerra biológica mundial.
Propongo al gobierno, primero, que use el “Offset” de los convenios con Corea (firmados a propósito de la compra de aviones) para una asistencia tecnológica sanitaria. Que haga lo mismo con Israel. Y, esencialmente, que solicite a China (de Presidente a Presidente) un préstamo estructural de largo plazo para el salvataje peruano. China no sólo necesita nuestras materias primas sino que es el primer inversor en Perú, dueño de nuestro hierro, buena parte de nuestro gas, y de varios de los grandes yacimientos mineros comenzando por Las Bambas (y ahora la distribución eléctrica de Lima). China prestó a América Latina el año pasado apenas mil millones de dólares (una caída desde los picos de 35,000 millones anuales de hace unos años), pero posee abundantes reservas de liquidez, como lo prueba su posesión de la mayor parte de la deuda de los Estados Unido.
A esos fondos deberían sumarse los fondos de las AFPs. Estas tiene casi la mitad de sus ahorros en el exterior, tanto en renta variable como en renta fija, ganando en este último caso los bajos intereses internacionales de la actualidad. Que repatrien parte de eso para comprar “Bonos de salvataje nacional”, que les rendirán mejores tasas de retorno. Estos bonos deberían dedicarse primordialmente a las pequeñas empresas, a tasas por supuesto menores a las que le cobra hoy el sistema financiero peruano.
Quiero terminar con una sugerencia más: ese salvataje debe incluir financiamiento a la educación, para que no perdamos en esta crisis estudiantes en ningún nivel. El mundo del futuro será un mundo de materias primas, energía y gente inteligente. Es un mundo en el que Perú puede jugar.