Leo con sorpresa que en redes sociales muchas de las voces más representativas —y digo “voces” porque no se trata de personas con nombre, sino de personajes sin rostro creados para apoyar a ciertos sectores políticos— menosprecian y se burlan del paro de ayer. Este paro no solo involucró a los transportistas, sino que también abarcó a muchos otros sectores y a ciudadanos en general, que salieron a las calles para exigir que tanto el Ejecutivo como el Legislativo tomen las riendas de la seguridad, para que los peruanos dejemos de morir a manos de extorsionadores y delincuentes.
Es una tontería monumental negar la validez y legitimidad de una marcha y un paro de ciudadanos que buscan confrontar la desidia y la frivolidad del gobierno de turno. Menospreciar la cantidad de manifestantes o comparar su número con el de otras marchas no frenará a una ciudadana que clama por trabajar sin miedo y en paz. Mirar con desprecio desde el privilegio de las redes sociales a quienes necesitan ciudades más seguras para llevar el pan a sus hogares día a día es casi tan frívolo como ser una gobernante más preocupada por quitarse las arrugas que por comprender la realidad de quienes no viven en un palacio, sin escolta ni cofre.
Es propio de mentes obtusas minimizar o invisibilizar un reclamo justo argumentando que ciertos políticos interesados acompañan la marcha. Siempre es así: el espacio se ocupa o es ocupado por otros. ¿Le indigna ver a Vizcarra o a la izquierda parásita marchando? Salga usted y marche. No ceda el lugar. No entregue la bandera. ¿No es acaso más indignante ver a una derecha y a un centro tecleando frenéticamente sin empatizar con la situación de los peruanos que tienen menos y mueren más? Defender a Boluarte solo porque es atacada por los caviares es ridículo. Ya no quedan razones para defenderla en este contexto, donde cada día puede ser el último para cualquiera, algo que tiene mucho que ver con la ceguera social de la presidenta.
Piense, peruano. Detrás de los intereses políticos de quienes siempre celebran la crisis, hay una urgencia real que no podemos negar ni banalizar. Recuerde que, incluso para combatir a los parásitos, es necesario estar vivo.