La zona denominada VRAEM es un hermoso valle sobre la ladera oriental de la Cordillera de los Andes. Valles de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro. Lamentablemente conocido por los cultivos de hoja de coca para la producción de cocaína, descubre al visitante caudalosos ríos, refrescantes caídas de agua, recreos de cara a impresionantes farallones entre estos contrafuertes amazónicos, «verde que te quiero verde».
La población es desconfiada frente al forastero. Sin embargo, tras un intercambio de miradas tornan amables y dispuestos. Todos narran lo inevitable. Viven de la agricultura, de la siembra de coca. “Hoy está bajo la coca -me explican-. El precio está bajo. Mal negocio ahorita”. No conocen otra forma de hacerla. O no les interesa.
Una atenta mirada confirmará las propuestas parciales implementadas a lo largo del valle, que no resuelven el problema de fondo recién descrito. Por ejemplo, en San Francisco -del lado ayacuchano sobre el río Apurímac- se erige un enorme hospital presupuestado en más de 86 millones de soles. ¿Habrá partida para sostener el funcionamiento de este necesario nosocomio en la zona?
Del lado cusqueño, Kimbiri es un importante encuentro comercial, con restaurantes y miradores sobre la orilla del río, ofreciendo un espléndido espectáculo natural. Entre ambas localidades, el único puente o paso «formal» de una orilla a otra. Los demás cruces «a lo largo del valle» son en ferris improvisados con motores fuera de borda.
Más intenso es el movimiento comercial en Pichari. También la presencia del Estado. Cuando quise cargar el celular en una juguería, se disculparon diciéndome que había varias congeladoras conectadas y no era posible conectar otro equipo… así sea el celular.
A lo largo del camino circulan muchísimas camionetas doble cabina. Diez soles adelante, cinco en la tolva. Es la principal manera de movilizarse por la zona. Y la que aguanta el pésimo estado de las pistas o trochas… peor aún con lluvias, como la copiosa que cayó durante dos seguidos mientras estuve por aquí. Cousters o combis, no hay. Tampoco buses interprovinciales, ni con Huamanga, ni con Cuzco.
Necesitamos una propuesta integral para resolver el problema del narcotráfico en la zona.
Para empezar: dos autopistas corriendo paralelas al Apurímac, con varios puentes de una orilla a otra.
Simultáneamente, redes de agua y desagüe, con sus plantas potabilizadoras y de aguas residuales; pistas, veredas, malecones, muelles (de pasadita, canalizar los cables y ordenar los postes que «adornan» estas ciudades por todas partes)
Tres: plan de siembra, con cuotas de producción, estímulos fiscales, mercados, subsidios focalizados. Es mucho más que un programa de sustitución de cultivos. Es una agricultura planificada.
Cuatro y no necesariamente en este orden: un plan de escolarización y otro de salud pública, con escuelas y centros de salud equipados y campañas escolares y de salud.
Cinco: un plan de investigaciones científicas y tecnológicas y pasantías, conducidos por las universidades San Antonio y San Cristóbal. Los pobladores hablan, por ejemplo, de yacimientos de minerales por la zona.
Finalmente: una acción conjunta e intensa entre la Policía, el Ministerio Público, la Unidad de Inteligencia Financiera; para detectar organizaciones de traficantes y lavado de activos. La inocencia aquí termina cuando empieza a circular el dinero.
Todo esto solo para empezar.