La semana pasada el presidente del Poder Judicial, Javier Arévalo planteó tomar como ejemplo el tan voceado “Plan Bukele” como una medida que se debe imitar en el Perú para luchar contra la criminalidad. Estas declaraciones han ocasionado que muchos medios de comunicación y opinólogos comiencen a analizar si es posible realmente poder aplicar un “Plan Bukele” en el Perú y si sería exitoso considerando el contexto nacional.
Lo que el gobierno de Nayib Bukele ejecutó fue un plan para reducir las tasas de criminalidad en El Salvador, el cual fue orientado específicamente a la lucha contra el crimen organizado. Para ello el plan se ejecutó mediante 4 fases: La primera fase consistió en identificar donde operaban las pandillas, la segunda la repotenciación de la policía y fuerzas armadas mediante la implementación de armamento y tecnología, la tercera fue la extracción social (captura de los criminales), y la última fase la disuasión mediante la implementación de centros urbanos de bienestar y prevención.
Sin ahondar en los detalles del plan, es importante entender que el Perú no sufre de los mismos crímenes que existían (y aún existen, pero a menor escala) en El Salvador. Es por ello que al mencionar que el gobierno del Perú necesita aplicar el “Plan Bukele” para combatir la inseguridad ciudadana solo es una manera de utilizar un discurso propagandístico por parte del gobierno de turno que quiere aparentar que verdaderamente busca cambiar la situación actual en la que se encuentra el país con respecto a la seguridad ciudadana. Sin embargo, como ya es costumbre, esto solo queda en palabras y una casi nula ejecución.
Lo que el presidente de El Salvador ha logrado hacer es verdaderamente admirable y demuestra que con planificación, honestidad, mano dura, y funcionarios capaces es posible realizar cambios positivos en un país. Por ende, aunque se quiera imitar un “Método Bukele” en el Perú, no se podrá. El gobierno actual está conformado por personas poco preparadas, corruptas, y aferradas a métodos anticuados de gobernanza. Además, se necesita de gobernantes que no les tiemble la mano para tomar decisiones drásticas que favorezcan el bienestar de los ciudadanos. La presidente con la que contamos actualmente es una “queda bien” y dudo mucho que ella o sus funcionarios tengan los pantalones bien puestos para dejar de ser tan cautelosos con los derechos de los criminales y comiencen a priorizar los derechos de los ciudadanos honrados.
Para lograr un cambio verdadero que realmente signifique una mejora en la seguridad nacional se necesita seguir ciertos pasos:
1). Identificar cuáles son los crímenes de mayor amenaza en el país (Asalto, Sicariato, Extorsión, Homicidios, Organizaciones Criminales, etc.)
2). Elaborar un plan que sea innovador sobre cómo se va a lograr reducir la tasa de esos crímenes (Establecer objetivos reactivos de corto y mediano plazo y disuasivos de largo plazo).
3). Contar con que todos los poderes del estado a nivel nacional y regional junto con alianzas estratégicas (ejemplo: Asesores especialistas en materia de seguridad ciudadana, Empresas de seguridad privada, empresas de ciberseguridad, etc.) van a estar dispuestos a trabajar en conjunto para llevar a cabo este gran plan.
4). Capacitar a los cuerpos de seguridad y defensa del país para estar a la altura de un reto tan relevante.
Estos pasos mencionados son solo un “pantallazo” de lo que realmente se requiere para llegar a imitar lo que el mandatario de El Salvador ha logrado hacer en su país.
Es importante buscar aprender de métodos que le han funcionado a otros, pero por un momento dejemos de mirar hacia otros países y hay que comenzar a utilizar lo que tenemos nosotros. El Salvador cuenta con muchísimos menos recursos que el Perú y ha logrado crecer como país de manera exponencial. Es por ello que me dirijo a los funcionarios y les pido que dejen de lado los discursos tibios, la burocracia, los intereses personales, las ceremonias que solo sirven de pantalla, el miedo; y comiencen a tomar acción real. Deben ser creativos, tener criterio, ser honestos, y tener agallas porque el Perú ya no aguanta que los índices de inseguridad sigan en aumento. Lo que no mejora siempre termina empeorando, nunca se estanca.