Cuando llegué a Cusco lo primero que vi fue a un niño corriendo por las calles. Tomé la cámara y le saqué una foto mientras volaba por unas escaleras que lo llevaban a dios sabe dónde.
Otro niño, sonriente y encasacado que vestía una capucha, también bajaba las gradas. Su sonrisa era magnífica.
Una mujer estaba sentada en una silla de madera y su hijo se apoyaba sobre ella con un pie en el piso mientras que ella tenía en frente lo que parecía alguna bebida blanca de color marfil. Ellos estaban frente a dos puertas azules, las cuales tenían unas rejas negras azabache en cada una y estas mismas contenían unos dibujos.
Sobre la montaña cuzqueña se pueden ver los árboles entretejidos en el paisaje y piedras con millones de tonos de grises que voy descubriendo mientras me detengo a mirar el horizonte. En algún otro monte, una clásica pinta del Perú se deja ver y también se revela una ruina escondida entre el bosque. Este trata de tapar la ruina pero ella se deja contemplar. El color del cielo es azul cristalino y, en efecto, las nubes son tan blancas que parecen de papel. Las flores son lilas y el gras es tan verde que parece interminable. La cordillera extiende sus piernas inminentes de colores rosados con marrón y toquecitos de amarillo.
Una flor amarilla destaca entre el montón. Sus pétalos se abren y en el centro destacan seis finos hilos amarillos llamados filamentos. En el Valle Sagrado de los Incas o el Urubamba, que significa “pampa a un día de camino”, destacan los colores dorados terrosos, ladrillo y verdes en distintos tonos.
A Aguas Calientes, le atraviesa un río y los puentes conectan la diminuta ciudad. En las calles transitan turistas y pueblerinos atentos a las palmeras y al clima tropical de la zona. Machu Picchu y sus piedras labradas a mano construyen la ciudad y las casas de techo adornados antiguamente con icchu se extienden a lo largo del Monte Viejo, nombre contemporáneo que se la da a la antigua ciudad. Las portadas y ventanas tienen forma trapezoidal hechas a doble jamba y contienen hornacinas en los muros. Algunas de las construcciones tienen forma en punta y la piedra es de color tostado cubierta por el musgo que embellece esta misma. El Huayna Picchu, justo en frente de la ciudad, corona los aires y las nubes extendiéndose como el telón de fondo de la capital. Los andenes son un conjunto de terrazas agrícolas ubicadas una encima de otra, estos permiten adaptar la difícil geografía montañosa para el correcto trabajo agrícola. Estos conforman la mayoría de estructuras arquitectónicas de la urbe. En el interior de sus muros existen varias capas de materiales que facilitan la absorción y el drenaje del agua, como las rocas, la arcilla y el cascajo. La plaza central rodeada por el Intihuatana, el Templo del Sol, el Mausoleo, el Templo de las Tres Ventanas y el Grupo de los Morteros tiene un gras tan verde como el limón.
Regresando al Valle Sagrado de los Incas, los colores son aún más impresionantes, el cielo es tan azul que contrasta con el verde de los árboles, el dorado amarronado de las montañas se cubre de gras y la tierra del valle es de color arcoiris. Los árboles esmeraldas rodean la angostura y las flores rojas resaltan en el paisaje.
Tres burros caminan camino a Maras, tres burros peludos color beige que se camuflan con las montañas. Una rama gruesa espinosa se enreda como un laberinto contra los árboles. A través de las Salineras de Maras, recorren riachuelos de agua salada, la corriente peregrina por las orillas incrustadas de sal y es fluida, parece que nunca acaba. Moray, caracterizado por su varios andenes circulares se sitúa 3500 msnm. Las terrazas o andenes agrícolas fueron construidas en forma de depresiones u hoyos naturales gigantescos. Estas terrazas están superpuestas concéntricamente, tomando la forma de un gigantesco anfiteatro. El hoyo mayor tiene una profundidad de 150 m y el promedio de altura de los andenes es de 1.80 m.
Sacsayhuaman, con sus muros megalíticos, representa la mayor obra arquitectónica que realizaron los incas durante su apogeo. Desde la fortaleza se observa una singular vista panorámica de los entornos, incluyendo la ciudad del Cusco, con sus techos insuperables de teja de barro. La Catedral o Catedral Basílica de la Virgen de la Asunción, se ubica en el centro de la plaza y las callecitas empedradas la rodean hasta los últimos rincones de la ciudad en forma de puma. Las mujeres y los hombres indígenas se visten típicamente y algunos venden frutas y verduras. Estas tradiciones están cuidadosamente conservadas y son reliquias que proceden desde hace siglos.
En algún lugar del Cusco, cuyo nombre no recuerdo, al cual hay que ir atravesando una laguna, se encuentra un señor cuya edad tampoco sé, cuyas manos cargan un saco tal vez lleno de papas. Porta un sombrero marrón con una cinta y su cara no posee las arrugas que se merece a su edad, su nariz parece la punta de una construcción de Machu Picchu y sus ojos miran directo a la cámara con la cual yo le estoy tomando una foto. Sus bigotes son blancos y grises y su barba también. Su piel es casi del mismo color de su sombrero y viste una camisa blanca que ha sido ensuciada quizás por el trabajo.
Una vez en la plaza del Cusco, encuentro otro niño cuya sonrisa apunta hacia alguien a quien no puedo ver. El sol está cayendo, los colores de la ciudad están más oscuros y miro un par de Toritos de Pucará que se encuentran en el techo de alguna casa de algún lugareño. El color blanco del toro simboliza la pureza y la protección, el color negro el ego y los defectos psicológicos. El agua que está dentro de los dibujos del toro es la fuente de vida relacionada con la transmutación del factor nacer.
Hoy día es la fiesta de Ccoyllur Ritty, los pobladores del distrito de Ocongate, realizan un rito cuyo símbolo externo es la imagen de Cristo, pero su objeto de fondo es la integración del hombre con la naturaleza. Las personas de este lugar son devotos del señor de la Nieve Brillante. Esta es una antigua costumbre religiosa sólo practicada por los habitantes de los Andes. Cada año, unos días antes de la celebración del Corpus Christi, cada pueblo pequeño o clan envía una delegación de coloridos bailarines y «pabluchas» a la Capilla del Señor de Ccoyllur Ritty. Los acompañan distintos bailarines, chauchos, qollas, pabluchas o ukukus, que simbolizan a diversos personajes míticos como los ukukus u osos que son los vigilantes del Señor.
¡Oh Cusco, ciudad imperial, ombligo del mundo, ciudad congelada en el tiempo, gracias por tu grandeza que vislumbra a cualquiera! Muchos te han tratado de definir, descubrir y recorrer, la verdad es que no estoy seguro que lo hayan terminado de lograr. Todavía nos queda más por revelar aquí, en este lugar donde el cielo parece estar más cerca.