Los economistas respondemos este tipo de preguntas empezando siempre con un contundente “depende”.
En este caso, luego de una pequeña investigación, vemos que depende de la ubicación: en Carabayllo hay locales como “El Huarino” en donde uno consigue un buen caldo de gallina desde 10 soles. En La Victoria, “Caldos César” lo ofrece desde 30 soles. En San Juan de Miraflores “Caldo César”, otro local de nombre casi igual, lo ofrece desde 25 soles y en Surquillo “Caldo de Gallina Aramburú” lo ofrece desde 16 soles.
Sin embargo, aquí no acaba la historia; el costo también depende de otro factor súper importante: la presa. Uno puede escoger entre un caldo de gallina sin presa, con presa chica o con presa grande. Lógicamente, sin presa es más barato que con presa, y con presa chica es más barato que con presa grande. No hay misterios: mientras más grande la presa, mayor es el precio. Por ejemplo, en “Caldo de Gallina Aramburú”, sin presa cuesta 16 soles, con presa chica 23 soles y con presa grande 40 soles, y en “Caldos César” con presa chica cuesta 30 soles y con presa grande 35 soles. Para cualquiera resulta muy evidente que, a pesar de provenir de la misma olla, un caldo de gallina sin presa es un producto muy distinto que un caldo de gallina con presa.
En los vuelos de bajo costo sucede lo mismo, solo que aquí no se trata de presas sino de maletas o de asientos, pero el principio es el mismo. Así como el que quiere presa grande debe pagar más, el que quiere un mejor sitio o llevar más maletas también debe pagar más. Tampoco hay misterios. Uno paga por lo que escoge, uno paga por lo que consume. Y de manera más importante aún: cuando uno quiere un caldo de gallina sin presa no tiene por qué pagar por la presa que otro consume. Y cuando uno quiere viajar sin maletas no tiene por qué pagar por las maletas que otro quiere llevar. Así de sencillo.
De forma interesante, con los productos financieros sucede lo mismo. También pueden separarse en sus componentes y también cuestan menos mientras menos componentes se añadan. Los componentes adicionales se pagan a través de comisiones específicas. Por ejemplo, una cuenta de ahorros como producto básico es, digamos, como un caldo de gallina sin presa o como viajar sin maletas. Pero, si queremos hacer transferencias desde esa cuenta de ahorros a cuentas en otros bancos o en otras plazas, o pagar las deudas que tenemos en otros bancos, es añadir componentes, es como añadir presas o añadir maletas. Sería muy bueno que en nuestro congreso se pueda entender que, así como no tiene sentido legislar sobre el precio del caldo de gallina, tampoco tiene sentido legislar para eliminar comisiones porque limitaría la competencia obligando a que unos paguen por componentes adicionales que no necesitan o que otros usan.
Opinión