Desde el inicio de la pandemia por el SARS CoV 2 y hasta el momento de escribir este artículo se siente que algo no está correcto en la variopinta información de la conducta de la pandemia y de las respuestas de los gobiernos a nivel mundial. Súbitamente nos enteramos que un tsunami iba a arrasar con miles de vidas a nivel mundial, el gobierno Chino se esmeró en ocultarlo pero luego la noticia explosionó y todos veíamos en televisión escenas impresionantes para los ojos occidentales de chinos comiendo ratas, murciélagos, perros y cómo no, de la férrea y violenta respuesta de las autoridades a los infractores de las normas de aislamiento social. La televisión nos mostró también desde China como la gente moría caminando y sus cadáveres quedaban inertes en la calle sin que nadie los asista, de igual manera otros fallecían en sus domicilios y no había autoridad que quisiera acercarse. Aún en ese momento sentíamos que el desastre llegaría a nuestras costas muy difícilmente. Luego vimos que de un momento a otro Europa enloqueció por las altas tasas de infectados y muertos. Todos vimos y vemos a la población enloquecida y al personal de salud exhausto y desesperado. Por si esto fuera poco la televisión nos mostró los camiones del ejército transportando una gran cantidad de féretros que nadie quiere tocar.
¿Y la peste, la gripe española y el SIDA?
Parece ser que todos estábamos esperando que esta pesadilla se hiciera realidad y ello nos impide entender bien lo que está pasando en el mundo. Los medios y las autoridades no han demorado en comparar la actual pandemia con otras devastadoras como, por ejemplo, la Peste Negra asociada a la peste bubónica que ocasionó la muerte de entre 30 a 60 % de la población mundial en el siglo XIV, la Gripe Española que ocasionó la muerte de 50 millones de europeos entre 1918 y 1920 y cómo no con el SIDA, que ha ocasionado la muerte y el sufrimiento de tantas personas desde 1981.
El Covid 19 o la Influenza golpean a cada país de manera singular.
Las tasas de mortalidad por Covid 19 son muy variadas según la muestra que se estudie, las medidas de los gobiernos son singulares, aunque todas tratan de seguir en mayor o menor medida los lineamientos de un asustado presidente de la Organización Mundial de la Salud, Adhanom Ghebreyesus, que insiste en que se hagan “pruebas, pruebas y más pruebas”. El mundo se está paralizando económicamente, así como desde el punto de vista educativo y de casi todos los indicadores de desarrollo, de manera progresiva y casi inexorable como nunca en la historia moderna. No hay que ser muy acucioso para darse cuenta que hay algunos beneficiados con todo este descalabro mundial: las empresas que manufacturan los kits diagnósticos, grupos económicos que han comprado acciones a precio de remate en la bolsa o los que vendieron acciones gracias a información privilegiada respecto a la pandemia, la farmacéutica que logre producir la vacuna o el antiviral, etc. ¿y ahora quién está vendiéndonos ventiladores para nuestros pacientes y equipos de protección para nuestro personal de salud?, finalmente la poderosa industria farmacéutica, alguien tenía que hacerlo, muy cercana a la Organización Mundial de la Salud que contradictoriamente demoró todo lo que quiso la declaratoria de estado de pandemia .
Pongamos la pandemia en contexto. Según la Organización Mundial de la Salud la influenza o gripe estacional causa de 3 a 5 millones de enfermos graves al año y 290,000 a 650,000 muertes al año sobre todo en mayores de 65 años. Por otro lado, si bien el nuevo coronavirus ha producido hasta la fecha 18,557 muertes a nivel mundial, insisto que eso no es nada comparado con la influenza que, por ejemplo, sólo en los Estados Unidos de Norteamérica ha ocasionado un estimado de 36 millones de enfermos, 370,000 hospitalizaciones y 22,000 muertes en esta estación que acaba de terminar. Todos los años, en todos los países con data confiable, se presenta lo que se ha denominado “influenza-associated excess mortality” para referirse al incremento de muertes respecto a los años anteriores como consecuencia de la influenza (secundaria a cualquiera de los virus causales existentes) y al igual que en la pandemia actual los principalmente afectados son las personas de más de 65 años o con co-morbilidades existentes y eso es algo con lo que la humanidad convive sin grandes asombros.
Si evaluamos la influenza o gripe estacional en Italia, para mencionar uno de los países más golpeados por el SARS CoV 2, observamos que en cuatro períodos consecutivos desde el 2013 al 2017 fallecieron en total 68,000 personas es decir en promedio 17,000 personas por año; quizás la diferencia es que no existió pánico, la prensa no lo vio como noticia, obviamente no se cremaron los cadáveres y nadie trasladó los féretros en camiones del ejército.
¿Y cómo les fue a los coreanos con la gripe en años anteriores?
La data científica publicada de la mortalidad estimada en Corea del Sur asociada a influenza establece que entre los años 2009 a 2016 fallecieron 77,850 personas, es decir aproximadamente 11,121 personas muertas anualmente; una vez más no hubo alertas nacionales ni mundiales y nadie paralizó Corea.
No se puede confiar en el número de infectados.
El conteo de casos diarios y la variable tasa de mortalidad han generado lo que creo es un psicosocial autoinfligido por los medios y los gobiernos con su secuela de pánico social y global sin precedentes en la historia pues realmente la tasa de mortalidad comparativa con otras epidemias es relativamente baja, miremos por ejemplo al ÉBOLA (50%), MERS (40%), SARS (10%) o incluso la influenza estacional (1 %). Desde ese punto de vista está claro que Italia anda en la delantera si confiamos en la data nunca verificable de China, Irán u otros regímenes totalitarios. Visto así, ¿que explica las altas tasas de letalidad presentes en China, Irán, España o Italia y la hasta ahora baja tasa en nuestro país? Lo más probable es que sea multifactorial y de hecho cultural. Por ejemplo, en China la costumbre de escupir en el suelo es tan común que ha tenido que ser formalmente prohibida y sancionada con una multa y ello, que pareciera sólo una anécdota, es una forma de permitir que el inóculo infeccioso se deseque y volatilice con el riesgo de infectar a otro ser humano; pero insisto, eso es válido tanto para la gripe estacional como para el COVID 19. China es también el país en el que concentra la más alta tasa de fumadores y diabéticos del mundo, la densidad poblacional es otro factor; China (150.51 p/km2), Italia (200.64 p/km2), España (92.41 p/km2) o Irán (48.13 p/km2) tienen densidades poblacionales mayores que la del Perú (25.65 p/km2), por ejemplo. Como todos sabemos la pirámide poblacional es otro factor a considerar, los países con mayor letalidad por Covid 19 son los que tienen una población de 65 años o más, por ejemplo: China: 142 millones, Italia: 19 millones, España: 8 millones, Irán: 4.4 millones; el Perú tiene sólo 2,2 millones por lo que su riesgo de letalidad es relativamente menor. Está claro que el número de pruebas moleculares realizada por cada país es muy disímil y también que a más pruebas más evidencia de infectados y por ello más reducida la tasa de mortalidad. Nadie duda que incrementando las pruebas podemos geolocalizar mejor por donde anda el virus, lo cual permite tomar decisiones de gobierno en cada país, pero la real magnitud de la pandemia en cada país se correlaciona mejor con el número de fallecidos por esta causa. Me sigo preguntando, ¿por qué no se hace el mismo seguimiento a la más letal influenza estacional con la que convivimos todos los años y por la que nos vacunamos con la cepa que llega desde Asia aproximadamente en marzo de cada año?
Perú el país de las oportunidades perdidas.
Pero nuestro país en cosa aparte. El gobierno ha liderado, a empujones iniciales, el manejo de la pandemia a nivel regional, pero siento que todavía no sabe en que está metido. Siempre lo vemos contestatario y anda muy preocupado por las cifras de infectados siguiendo los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud, en vez de haber lanzado la propuesta peruana a la pandemia. Realmente no es muy complejo lo que se debió o debe hacer. No puede pedírsele a la gente que se lave las manos si entre 7 a 8 millones de peruanos no tienen agua potable, no se le debe a pedir a los peruanos que dejemos de trabajar quince días o más si no menos de 11 millones de peruanos laboran en condición de informalidad.
Debemos aclararle al gobierno central que los peruanos no queremos que nos regale dinero, no queremos más institucionalizar la mendicidad, sólo déjenos trabajar.
No termino de comprender el por qué nos asustamos por los demonios de otros cuando aquí tenemos los nuestros. El estado de la salud en el Perú no es algo de lo cual enorgullecernos, pero el gobierno decide mandar a todos a su casa, envía a los peruanos a escondernos en vez de ponernos en modo pelea contra las enfermedades endémicas, epidémicas y como no, también de las pandémicas. En vez de entender nuestra naturaleza demográfica, nuestras carencias, nuestra cultura, nuestras fortalezas. Nosotros somos diferentes a los europeos, por ejemplo, nuestros familiares envejecidos o enfermos viven en nuestras casas no en asilos, si dejamos de trabajar no hay un pago por parte del estado (salvo para los que cuentan con CTS o jubilados). No copiemos modelos de respuesta foráneos. En vez de poner en la línea de combate nuestra inteligencia y capacidades, el gobierno decide tirar por la borda el trabajo de millones de peruanos que tratan de mantener sus familias con sus propios emprendimientos. ¿Qué podemos hacer?, aquí las propuestas:
1) Declarar la salud del Perú en situación de desastre; tenemos más de una pandemia, varias epidemias y varias endemias en casa, todas fuera de control.
2) Instalar agua y desagüe para todos los peruanos, de esa forma todo podremos lavarnos las manos, en una inversión sin precedentes en la historia. Unir a los peruanos y aprovechar para pagar esa deuda social del estado, la pandemia nos va a dar tiempo suficiente.
3) Financiar investigaciones para tratamientos del COVID 19 así como del SARS CoV2 y otras de nuestras propias enfermedades endémicas en el Perú, investigadores científicos hay de primer nivel en nuestras universidades.
4) Olvidémonos del manejo medieval de las epidemias, las cuarentenas no son buenas para todos los países, menos cuando son extemporáneas y de hecho a nosotros no nos está yendo bien. Esta cuarentena es insostenible para una economía principalmente autogestionaria como la nuestra, si se sigue ajustando la tuerca nos exponemos a la desobediencia civil. Todos los que no tengan riesgo, a trabajar.
5) Crear un impuesto de guerra, de duración perecedera, hasta el fin de la crisis, para financiar la defensa del país.
6) Acotemos la cuarentena y racionalicemos recursos, no ganamos nada reteniendo en sus hogares a más de treinta millones de peruanos en vez de detectar y proteger a los peruanos en riesgo.
7) Elaborar una bigdata, de los pacientes en riesgo utilizando los medios electrónicos de cada familia e individuo para cruzar la info con EsSalud, RENIEC y otras instituciones oficiales y protejamos a todo ellos del contacto con el virus. Utilicemos toda la infraestructura hotelera del país y otras compatibles o incluso en los casos seleccionados, en sus propios domicilios, bajo un protocolo de aislamiento estricto, para todos los compatriotas de 65 años a más o aquellos con comorbilidades, ahora sí por una duración determinada; en el Perú hay quienes diseñen ese software en un santiamén.
8) Como el vector somos los seres humanos, reclutemos a las personas inmunizadas por el propio virus desde otros países del mundo. Me refiero a los que ya se curaron de la infección por SARS CoV 2, que hasta donde se sabe son los únicos inmunes al virus, tráigalos bajo contrato de servicios-varios y ubiquémoslos como una barrera entre la población general y las personas en riesgo; pueden atender en estos lugares a nuestros compatriotas en riesgo. Ellos se encargarían de atender a toda persona de más de 65 años o con factores de riesgo en este aislamiento. Progresivamente contaremos con nuestro propio escudo inmunológico de peruanos inmunizados.
9) Utilizar toda la infraestructura instalada en el emporio de Gamarra y como no en otros lugares de nuestro país, SENATI, Universidades, las Fuerzas Armadas, etc.; para fabricar ventiladores, mascarillas, ropa para protección antiviral para el personal de salud (ojo, muchos de los fallecidos en España son profesionales de salud en sus veintes y treintas), prescindiendo de las patentes debido a la situación de emergencia; hay jurisprudencia al respecto. El estado debe facilitar a todas las personas mascarillas, ya está claro que sí había que usarlas.
10) Refundar el Instituto Nacional de Salud (INS) que ya demostró lo inútil de su existencia en momentos en que la ciencia debería haber sido una de las herramientas para enfrentar nuestros problemas de salud y con ello la vida y la calidad de vida de los peruanos. Imaginémonos que el virus no hubiera aparecido en Wuhan sino en Cañete, por ejemplo, ¿cuánto nos habríamos demorado en detectar, diagnosticar y contener la epidemia en nuestro país? Refundemos también la Dirección General de Medicamentos Insumos y Drogas (DIGEMID) que sólo ha servido para licenciar el ingreso de medicamentos y dispositivos para la atención de nuestros pacientes siempre que estén hechos en el exterior por transnacionales, bloqueando el registro oficial y la comercialización de productos de alta calidad inventados en el Perú por peruanos, como incubadoras, respiradores, máquinas de hemodiálisis, implantes y otros que DIGEMID conoce bien.