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La controversia sobre ‘María Maricón’, el debate sobre libertad artística y fe católica

La controversia sobre la obra María Maricón continúa ganando atención en Perú, después de que el Ministerio de Cultura (Mincul) expresara su desacuerdo con la calificación otorgada a la obra como espectáculo público cultural.

La libertad de expresión y el respeto a las creencias, un debate pendiente

La obra María Maricón, presentada en el festival Saliendo de la Caja organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), ha desatado una polémica que pone en evidencia un profundo debate sobre la libertad de expresión y el respeto hacia las creencias religiosas.

La pieza, que explora el vínculo entre la religión y el género, ha generado reacciones encontradas, especialmente entre los sectores políticos y religiosos, que consideran que la obra atenta contra elementos fundamentales de la fe católica.

El Ministerio de Cultura (Mincul) se pronunció al respecto, criticando el contenido de la obra y señalando que el título y la imagen de un hombre reemplazando la figura de la Virgen María atacan tres elementos claves de la fe católica. Esta postura ha reavivado las tensiones entre quienes defienden la libertad artística y aquellos que consideran que ciertas manifestaciones sobrepasan los límites del respeto hacia los valores religiosos.

En defensa de la obra, los creadores han argumentado que su propósito es abrir un espacio de reflexión sobre la identidad y la diversidad de género; pero lo que podría ser una reflexión necesaria sobre la igualdad y la libertad individual se ha convertido en un campo de batalla donde el respeto hacia los principios religiosos de una parte de la sociedad ha sido cuestionado.

Es innegable que la libertad de expresión es un derecho fundamental y esencial en cualquier sociedad democrática pues permite manifestar nuestros pensamientos, ideas y sentimientos, sin temor a ser perseguidos o castigados; pero, en ocasiones, algunos miembros del colectivo LGTB han utilizado este derecho para atacar y menospreciar creencias religiosas de otros, bajo el pretexto de la libertad de expresión.

Esta actitud puede resultar problemática, ya que a menudo el respeto por las creencias ajenas queda en segundo plano cuando se busca visibilizar un mensaje o una causa. El caso de María Maricón es solo un ejemplo de cómo la libertad de expresión se utiliza como un escudo para cuestionar principios profundamente arraigados en una parte significativa de la sociedad.

Sin embargo, también se presenta una contradicción importante: cuando personas de la comunidad LGTB se sienten ofendidas por comentarios o representaciones que cuestionan su identidad, es común que se les dé espacio para defender sus derechos y su dignidad. En cambio, cuando los miembros de otras comunidades, como los católicos, expresan su malestar ante representaciones que atacan su fe, a menudo se les minimiza o incluso se les acusa de ser intolerantes.

La libertad de expresión debe ser ejercida con responsabilidad, reconociendo que, si bien todos tienen derecho a expresar sus opiniones y defender sus derechos, también deben respetar las creencias y convicciones de los demás. El derecho a la libre expresión no debe convertirse en una justificación para agredir o descalificar las creencias religiosas, que también son un derecho fundamental para muchas personas.

En este sentido, es esencial encontrar un equilibrio en el que se respeten tanto los derechos de los colectivos LGTB como los de las personas religiosas. El debate no debe centrarse en la confrontación entre unos y otros, sino en la construcción de un espacio donde las distintas identidades y creencias puedan convivir sin sentirse atacadas o vulneradas. La democracia se fortalece cuando podemos expresarnos libremente, pero también cuando aprendemos a escuchar y respetar las diferencias que nos hacen únicos como sociedad.

La situación actual nos invita a reflexionar sobre cómo estamos manejando el concepto de libertad en nuestras sociedades. Es hora de que todos, sin importar nuestra identidad o creencias, reconozcamos que la verdadera libertad radica en la capacidad de vivir y expresar nuestras ideas sin agredir ni someter a los demás. Al final, el respeto mutuo es la base de una convivencia pacífica y plural.


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