Experta en salud mental habla del límite entre la diversión y la adicción
Por Karina Garay Rojas de Agencia Andina
El crecimiento de las apuestas es un fenómeno mundial que encuentra un nuevo punto de apoyo en los diversos torneos deportivos que se disputan actualmente, como el fútbol. Aunque parece un juego inofensivo puede ser la puerta de entrada a un grave problema de adicción. ¿Quiénes son los más propensos a desarrollarla?, ¿qué señales advierten una conducta de riesgo?
La Copa América y la Eurocopa tienen expectantes a millones de hinchas en diversos países el mundo, entre ellos Perú. Y dentro de pocos meses, en setiembre, se iniciarán las eliminatorias para el Mundial 2026, que se disputará en Estados Unidos, México y Canadá. Alrededor de estos torneos habrá miles de apuestas.
Para Natalia Ascurra Cano, psiquiatra de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud, las personas que desarrollan problemas de apuesta compulsiva son en su mayoría hombres: adolescentes, jóvenes o varones en la adultez temprana.
Es un tema cultural, agrega. Muchos tendrían, al mismo tiempo, problemas de juego patológico o abuso de alcohol. En algunos casos esto se explica por su juventud y cerebro inmaduro.
Los juegos en línea o las apuestas generan sensaciones de placer inmediato, que aumentan exponencialmente cuando se gana.
“Son muy gratificantes, uno se siente muy bien. Incluso se tiene la percepción de que (ganar) ‘ha sido mi decisión y no un tema al azar’. Eso les lleva a sentir euforia y felicidad, un placer momentáneo que se va rápido y aumenta las ganas de jugar nuevamente”, detalló la especialista a la Agencia Andina.
Al igual que quienes consumen drogas, los jugadores de apuestas también pueden desarrollar síntomas de abstinencia, como intranquilidad, insomnio, reacciones agresivas y hasta violentas ante quienes intentan que dejen el juego.
¿Abuso o dependencia?
El problema surge cuando no se puede parar en las apuestas.
«La adicción aparece cuando afecta el funcionamiento de las personas y les causa daños, como, por ejemplo, pérdidas económicas, inasistencia al colegio, a la universidad o al trabajo. Se convierte en tema de discusión con la pareja o amigos, porque pasan mucho tiempo dedicados al juego”.
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Muchas de las personas afectadas por este problema no se percatan de lo que van perdiendo; algunas de ellas apuestan más de lo que ganan mensualmente y terminan endeudadas.
La diferencia entre el abuso y la dependencia es la falta de control.
“Cuando se está en etapa de abuso uno puede decir ‘voy a jugar solamente tal fecha y dejar de jugar un mes, dos meses’ y no hay problema. Pero cuando hay una adicción, no ocurre lo mismo. No se puede dejar de jugar; entonces, ¿qué necesito? Necesito ayuda”.
Actividad requiere de regulación
La psiquiatra del Minsa, quien fue entrevistada en el programa Saludable Mente de Andina Canal Online, advirtió que el bombardeo constante de publicidad para iniciarse en el mundo de las apuestas constituye un gran peligro y debería regularse mucho más.
¿Cuánto pesa la genética?
No todos los que apuestan o juegan en línea desarrollarán una adicción. La genética tiene también un rol preponderante en el desarrollo de la ludopatía, ya que define ciertos aspectos de nuestra conducta y la personalidad.
“Por ejemplo, los hombres tienden a ser más impulsivos, a tener menos tolerancia a la frustración y una manera, digamos, de desahogarse es a través del juego. El problema es que si esta persona tiene además un factor genético relacionado, podría darse el trastorno por juego patológico y apuestas”.
Los estilos de crianza, indica, son también un factor que influye en el desarrollo de adicciones.
Así, los hijos que no tuvieron control y supervisión parental o contención afectiva corren mayor riesgo.
“En este grupo hay niños con rasgos de impulsividad, jóvenes con diagnóstico de trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Una persona muy retraída, introvertida, también puede ser muy impulsiva, no son excluyentes”.
Aquellos con problemas de depresión o ansiedad podrían verse también más seducidos ante las apuestas o juegos en línea debido a que les generan grandes dosis de dopamina, aumentando su felicidad, siempre momentánea.
¿Cómo debe responder la familia?
Por lo general, la familia culpará al ludópata por no poder parar en el juego, lo cual es un error, indicó Ascurra Cano.
“Utiliza frases como ‘es tu voluntad’, ‘tú puedes hacerlo’, ‘no tienes ganas’, ‘lo que pasa es que no nos quieres y por eso no lo haces’”.
Explicó que las personas con adicción no paran porque no pueden, y a pesar de que se les pueden ver entusiasmadas y eufóricas, la adicción les genera un gran sufrimiento psicológico.
“Se sienten muy criticadas por la familia. Entonces, su autoeficacia, es decir, la creencia de que sí pueden dejar la adicción, se ve disminuida. Su autoestima también disminuye por la crítica”.
Ante la pregunta de qué hacer en estos casos, la especialista sugiere apoyar al adicto en la medida en que reconoce que tiene un problema, y, de ser posible, someterse a terapia junto a él, como familia.
En la actualidad, en Perú existen 277 centros de salud mental comunitario que cuentan con un equipo multidisciplinario integrado por psicólogos, psiquiatras, enfermeras, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, de lenguaje, entre otros.
Si hay reticencia para buscar ayuda especializada en salud mental, recomienda pedir asesoría en un centro de salud del primer nivel que le sea más cercano, a fin de recibir soporte y encontrar la mejor estrategia para atender el problema.
Consejos para padres
Para los que desean prevenir estos problemas, la especialista les sugirió mantenerse cerca de sus hijos, así como indagar cómo están y qué tipo de información recibe de sus amigos.
“Hay situaciones de estrés en la escuela, presión de los amigos; hay que indagar cómo son sus compañeros, decirle siempre que estamos para apoyarlo. A veces las adicciones se desencadenan por falta de socialización, de control de impulsos, de síntomas depresivos. Los juegos son un medio de escape”.
Pidió a los padres enseñarles a sus hijos a aburrirse y estar sin sus celulares. Hablarles de los peligros que hay en las apuestas sin caer en los sermones. Acrecentar los vínculos, escuchando lo que les pasa sin minimizar sus dolores o experiencias juveniles, ya que les genera sufrimiento. Hay que mostrarse sensibles con lo que les pasa.
Recomendó dar espacio a los hijos varones, a expresar sus emociones tal como lo harían con sus hijas. “Hay que educar a nuestros hijos para la resiliencia, para enfrentarse al mundo”.