Gina Raimondo recalcó la alta dependencia de EE.UU. con respecto a la isla en la fabricación de semiconductores avanzados
Si Pekín llega a invadir la isla de Taiwán y bloquea el mar de la China Meridional al comercio internacional, esto conllevaría consecuencias devastadoras para la economía estadounidense, declaró este miércoles la secretaria de Comercio de EE.UU., Gina Raimondo, al señalar la duradera cooperación entre su país y la isla en la fabricación de semiconductores.
Al hablar ante un comité de asignaciones de la Cámara de Representantes, la alta funcionaria respondió a la solicitud de evaluar los efectos de tal escenario: «Eso sería absolutamente devastador«.
Tras negarse a especular sobre si de verdad se realizará esa invasión y de qué manera, Raimondo indicó que «actualmente EE.UU. compra el 92 % de sus chips de tecnología de punta a TSMC, de Taiwán», para luego enfatizar sobre los fabricantes taiwaneses: «Están muy por delante de todo lo que estamos haciendo en EE.UU.».
La titular de Comercio mencionó las declaraciones de la multinacional taiwanesa TSMC sobre sus planes de construir una fabrica de chips de 2 y 3 nanometros, que son los productos «más avanzados«.
La empresa ya está construyendo dos plantas en el estado de Arizona y ampliará sus instalaciones creando una tercera fábrica en la ciudad de Phoenix, con financiación del Gobierno, para finales de la década. Con este plan, EE.UU. busca disminuir su alta dependencia de Asia en este sector: TSMC fabrica casi todos los microchips de última generación del mundo.
- Taiwán se autogobierna con una administración propia desde 1949, pero Pekín la considera como parte irrenunciable de su territorio y la mayoría de los países, incluida Rusia, reconocen a la isla como parte integral de la República Popular China. El liderazgo chino ha mantenido reiteradamente que prioriza la reunificación pacífica con la isla, sin descartar por completo la posibilidad del uso de la fuerza.
- Por su parte, EE.UU. no reconoce formalmente a Taiwán como un país independiente, pero mantiene una política de ambigüedad estratégica hacia la isla, que, en su opinión, toma sus propias decisiones. Además, se reserva el derecho a mantener relaciones especiales con Taipéi, incluyendo la venta de armas, fomentando así tensiones con Pekín.