Los fanáticos del irreverente personaje, interpretado brillantemente por esa leyenda de la actuación llamada Michael Keaton, tuvieron que esperar 36 años para ver la continuación de aquel largometraje que en 1988 dejó al planeta perplejo
Dicen que «el camino al infierno está lleno de buenas intenciones». Pero hoy, la pregunta que me hago es si el camino hacia el inframundo ¿También lo está? Esto, a propósito de la llegada a las salas de cine de «Beetlejuice Beetlejuice».
Los fanáticos del irreverente «súper fantasma», interpretado brillantemente por esa leyenda de la actuación llamada Michael Keaton, tuvieron que esperar 36 años para ver la continuación de aquel largometraje que en 1988 dejó al planeta perplejo no solo por su desaliñado aspecto, sino por su humor, disparatadas acciones, megalomanía y narcisismo, entre una larga lista de cualidades más.
Y para ello, Tim Burton se aseguró de reunir a parte de su elenco original y asignó a Alfred Gough y Miles Millar la responsabilidad de escribir la historia y el guion de esta secuela. La dupla se sentó frente a sus computadoras o aparatos inteligentes e ideó una trama en la que una Lydia Deetz (Winona Ryder), convertida en la presentadora del programa «Ghost House» recibe la noticia sobre el fallecimiento de su padre, mientras debe lidiar con Astrid (Jenna Ortega) que no soporta la fama de su madre (entre otras cosas) y con un suceso en particular que desembocará en que termine invocando al espectro que tiene 30 años atormentándola, a través de diferentes canales y formas. (Aquí, entre nos, el parentesco de la ficción funciona, la dirección de casting no falló cuando eligió a la protagonista de «Merlina» (Netflix) para encarnar a la adolescente).
El detalle está en que, de alguna forma, aunque la película se llama «Beetlejuice Beetlejuice» y quien estelariza es Keaton, a lo largo de la hora y 32 minutos que dura el film, a ratos se siente como si, en realidad, fuera un personaje tangencial, un conector, que sirve como instrumento para…
En una jugada difícil de entender Gough y Millar, con la venia del papá de la asquerosa criatura de traje blanco y rayas negras, introducen la historia de la traicionada esposa chupa almas de Beetlejuice, Delores (Monica Bellucci), quien reaparece clamando venganza y al policía Wolf Jackson (Willem Dafoe), sin mucho éxito, la verdad, porque si algún dios de la edición hubiese tenido la valentía de cortar sus tomas, para nada afectaría el desarrollo y, mucho menos, el desenlace. Claro, el problema está en que ¿Quién va a sacar a la novia del jefe de su propia producción, verdad?)
En esta secuela sí regresó la madrastra de Lydia, Delia (Catherine O’Hara) y se unió al clan, su incomodo prometido Rory (Justin Theroux). No corrieron con la misma suerte Alec Baldwin (Adam Maitland) y Geena Davis (Barbara Maitland). Ni hablar de Jeffrey Jones (Charles Deetz), quien fue execrado de Hollywood después de las acusaciones en su contra, bajo el cargo de agresor sexual.
Y aunque, quizás, los incondicionales de Beetlejuice esperaran una película que se centrara más en él, si deciden darle una oportunidad se encontrará con una producción divertida, con innumerables guiños a la original, efectos especiales al mejor estilo del oscuro director, una banda sonora de antología y humor negro en su más pura expresión. La diversión está garantizada, aunque el retrato no sea perfecto. Por lo pronto, el portal especializado «Rotten Tomatoes» la celebra con 77% de vegetales frescos y Venecia la aplaudió, en su festival de cine, durante 11 minutos.
De manera que, una vez más, la pelota estará del lado de la cancha de quien mire. ¿Se queda con la original? ¿Segundas partes definitivamente no son buenas? o ¿Les gustarán las dos por igual? Me quedaré en la sala de espera de este plano para leer sus opiniones.