Felipe Vignati, ejecutivo principal de la vicepresidencia del sector privado en el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), conversó con Altavoz, y señaló que la entidad está muy orientada al tema del desarrollo del mercado de carbono y que las empresas deben correr para el abrazo de la agenda climática y ser parte de ella y no intentar frenarla porque todos podremos salir perjudicados.
—¿Cuál es la mirada de CAF respecto a la agenda climática?
—CAF tiene la meta de ser el banco verde de América Latina y del Caribe.
—¿Qué significa ser un banco verde?
—Muchas cosas. Entre ellas, generar una cultura organizacional donde se incorporan las cuestiones ambientales y climáticas y sociales asociadas a lo que significa una economía inclusiva, vibrante, diversa y sostenible desde el punto de vista ambiental. Pero hacia afuera significa generar soluciones de conocimiento y soluciones financieras que permitan que las organizaciones puedan transitar hacia un proceso de impactos neutrales o positivos en la naturaleza y en el clima.
—¿Y en este marco cómo ven este proceso de Machu Picchu, que este jueves 27 de junio, en el marco de celebrar un aniversario de su declaratoria como una de las Maravillas del mundo moderno, reciba la renovación de la certificación de ser un destino turístico carbono neutro? ¿Qué implica para CAF este acontecimiento?
—Lo vemos como algo muy interesante que nos invita a entender mejor y a ver formas de poder colaborar, porque no es que Machu Picchu no contamine, en realidad es que tiene conciencia de dónde y cómo contamina y a partir de eso ejecuta acciones para buscar la descontaminación. Lo que se busca es prácticamente carbono neutro, una gestión responsable para lograr carbono neutro en la emisión de gases de aire.
—¿Cómo observan este proceso que involucra, a muchas instituciones privadas y del Estado e internacionales para sacar adelante la certificación de carbono neutro y que Machu Picchu sea ejemplo para otros países?
—Yo creo que Machu Picchu es un gran catalizador de colaboración para lograr carbono neutro. Primero, porque es muy pequeño, y por lo tanto es un buen laboratorio.
—¿Por qué?
—Permite que se ponga en práctica cosas que, eventualmente, en un lugar intermedio o grande es más difícil de testear y tener feedback y una noción de resultados sobre lo que se hizo. Pero, desde donde estoy en CAF, estamos muy orientados al tema del desarrollo del mercado de carbono.
—¿Y qué se avanzó al respecto?
—El mercado de carbono, como mecanismo de financiamiento de proyectos de impacto positivo en el clima, surge en el año 98, 99. Y comienza a tener las primeras evidencias de compra y venta de estos créditos de carbono por el año 2000, donde hubo un pico. Entre los años 2000 y 2001 se avanzó. Se generó cierta masa crítica, cierta discusión. En esa época, los créditos de carbono venían asociados al protocolo de Kioto. Y se generó este mecanismo para financiar proyectos que necesitan recursos financieros y que no siempre puede venir o de incentivos o del sector público o eventualmente de la banca, que no está preparado para financiarlos.
—¿Qué permite este instrumento financiero?
—Este mecanismo de financiamiento permite que organizaciones de cualquier sector o industria, que tienen conciencia de tener cierta responsabilidad sobre cuestiones climáticas, llamadas emisiones de carbono, por hacer negocios sofisticados, de acceso a mercados, hasta de acceso a financiamiento más barato, decide compensar sus emisiones con estos créditos.
—El principal efecto es cuidar el planeta. El objetivo, la filosofía es esa, cuidar el planeta.
—Es cuidar el planeta dentro de la lógica climática. Porque hay muchas formas de cuidar el planeta. Una de ellas sería la lógica estrictamente asociada, no a la biodiversidad, no al paisaje, no a los servicios ecosistémicos en general, pero estrictamente a lo que significa el calentamiento global. Entonces para eso se crea el crédito de carbono.
—¿Y cómo eran los créditos de carbono al inicio, entre el 98 y 99?
—En esa época eran principalmente créditos de carbono de energías renovables, de eficiencia energética, de gestión de residuos, y no había créditos de carbono de conservación de bosques, de restauración de bosques, del sector forestal. Eran más que todo tecnológicos. Pero entre el año 2000 y el 2017, no sucedió casi nada. Quien invirtió, perdió, muchos murieron, algunos sobrevivieron, y se demoraron 17 años en ver que esto se realce. Para el año 2017 crece un poco, en el 2018 se mantiene, y en el 2021 pasa a ser un tema que es discutido por toda la gente, donde el crédito de carbono es conocido por todo el mundo. En el 2021 se transformó, hubo un pico que llegó a más de un billón de dólares en transacciones globales de crédito de carbono, y fue muy interesante.
—¿Y cuáles son las cifras de los créditos de carbono en tecnología?
—La proporción de créditos de carbono de tecnologías, que era el 99% en el año 2000, fue bajando hasta transformarse en cerca del 20%.
—¿Y qué surgió?
—Las soluciones naturales, que eran insignificantes y que fueron aumentando hasta transformarse en cerca del 80%.
—¿Y estas propuestas a qué están vinculadas?
—A soluciones como la conservación y restauración de bosques, la industria forestal, los proyectos de pirolización de residuos orgánicos. Pero el principal segmento fue la conservación y la restauración de bosques.
—Y de ese porcentaje global, ¿qué tanto ocurre en América Latina?
—Nosotros jamás podríamos ser muy competitivos, a no ser en la energía hidroeléctrica, a nivel de un mercado global de tecnologías. Porque los países más desarrollados tienen más acceso a financiamiento y a esa red tecnológica.
—¿Cuáles son nuestras ventajas?
—Tenemos ventajas comparativas naturales en toda la región. Y por eso es que América Latina se volvió el principal proveedor mundial de créditos de carbono del segmento de conservación.
—¿Estamos hablando de cuánto, en valor?
—Tenemos cerca del 17% de todo el mercado de soluciones naturales en Latinoamérica, y cerca del 40% del segmento específico de créditos de carbono que se originan por la conservación y la restauración de bosques.
—¿Y en qué países de la región hay mayor incidencia de estos créditos de carbono?
—Perú siempre estaba en el top 3. Junto a Colombia y Brasil, son los tres principales.
—Y en Perú ¿qué sectores están utilizando estos recursos financieros?
—Bueno, créditos de conservación. Porque si tienes un proyecto de conservación, necesitas recursos para conservar, entonces generas un crédito de carbono porque te ayudan a financiar la conservación.
—¿Estamos hablando de industria minera, industria, de qué sector?
—La demanda es internacional, pero la oferta es nacional. Quien genera el pan con mantequilla somos nosotros. Quienes lo compran son los franceses, los alemanes, los europeos.
—¿Cómo avizora a corto y mediano plazo este proceso?
—El tema es que nosotros no estamos aprovechando bien esa oportunidad.
—¿Por qué?
—Por varios motivos.
—¿Cuáles?
—Primero, porque si tienes 40% del mercado, estás incomodando a la gente que quiere tener ese 40%. Y esa gente no está en América Latina, está en el hemisferio norte. Ahorita, hay un proceso de reestructuración del mercado donde se están creando condiciones y consensos que están perjudicando a la oferta de América Latina, pero no es porque ellos sean malos. Los gobiernos de América Latina se han quedado con la fotografía del año 2021 donde hubo un boom y donde se generó mucha oferta, mucha demanda y todo el mundo hablaba del mercado de carbono. Y lo que han dicho es hay que regularlo y preguntan ¿Qué proyectos son esos? ¿De quién es la tierra? ¿Cuáles son las concesiones? Y dicen esa concesión es mía, me tienes que dar la mitad. Y hay realmente una miopía en relación al verdadero problema.
—¿Explíquese?
—El punto es que hay una miopía en el sentido que hay dos cosas que tienen que caminar en paralelo. Los procesos de regulación y la integridad del mercado de carbono a nivel de la oferta, pero no se puede perder de mira la demanda. Cuando haces un negocio, no lo haces pensando que tienes que tener el mejor producto del mundo. Lo que existe es demanda para ese producto. El punto es que pasamos de ser nada a tener una posición importante porque hubo un apego mundial por las soluciones basadas en la naturaleza. Por ejemplo, si quieres contener la subida del mar y le pones un dique, esa es una solución de infraestructura. ¿Es suficiente? Tal vez sí, pero ¿por qué no combinarla con una solución natural, con la recuperación del manglar, que siempre cumplió esa función? Pero si el manglar está degradado, pierde la función y hay que necesitar un dique.
—¿Entonces, las soluciones deben estar sustentadas en la naturaleza?
—Así es, esa lógica de las soluciones basadas en la naturaleza para temas de resiliencia, de adaptación y de mitigación ganó mucha fuerza desde el año 2015 hasta hoy. América Latina avanzó en esto y le vino un flujo de demanda internacional por créditos de carbono que eran de naturaleza. Y ahí no se vendían, los compraban.
—Por la parte regulatoria. ¿Qué es lo óptimo para que esto fluya?
—Lo óptimo es una combinación de esfuerzos, porque toda oferta tiene fuerzas y debilidades. Por ejemplo, las debilidades de las tecnológicas es que no tienen una adicionalidad que vaya más allá de lo importante que es evitar emisiones. Si tienes 100 megawatts de energía sucia y ahora los transfieres a 100 megawatts de energía eólica, limpia, naturalmente ahí ya hay un beneficio, una adicionalidad muy obvia, fundamental. Pero cuando tienes un proyecto de conservación equivalente a los mismos 100 megawatts de energía sucia, digamos, un millón de toneladas, y tienes un proyecto de conservación del bosque que te captura un millón de toneladas, tienes impacto en servicios ecosistémicos, comunidades, paisaje, corredores biológicos. Es decir, los impactos son mucho mayores, pero las debilidades también lo son. Puedes tener un seguro para un proyecto de energía eólica y si mañana hay una catástrofe, el seguro lo paga y en ocho meses tienes tu torre eólica parada. Hay formas de mitigar el riesgo de las soluciones basadas en la naturaleza, pero hay que trabajar en eso. No es solo pensar que hay una demanda cautiva y lo que hagas lo van a comprar porque tienes los bosques, y porque el mundo tiene que proteger los bosques, y con eso está resuelto tu problema del financiamiento de los bosques. No es así.
—¿Las leyes en los países están claras al respecto? ¿Hay que afinar algo?
—Cada país tiene una percepción diferente. Lo que hay que hacer, y sobre ello hay que regular, es ayudar a desarrollar mercados nacionales de carbono. Debería haber algún tipo de regulación que haga que las empresas nacionales también contribuyan con la agenda climática nacional y dentro de ese proceso acaben siendo clientes de créditos de carbono.
—¿Qué va a suceder si el Perú tiene algún mecanismo de compensación nacional?
—Lo que ocurrirá es que va a generar una masa crítica con periodistas especializados en el tema, con economistas especializados, con auditores especializados, y se va a generar estándares nacionales, va a generar plataformas de comercialización nacionales y va a permitir que la economía asociada a este proceso sea mucho más amplia, mucho más sólida y que nosotros podamos conversar con otros países de la región para articular procesos regionales y después mundiales.
—Un ecosistema bien articulado para la acción.
—En este momento somos proveedores de un commodity con poquísima masa crítica y creyendo que va a tener una demanda clara y previsible y no es así. Ya nos están sacando del mercado. La nueva ISO de neutralidad en carbono de noviembre de 2023 dice que, para compensar emisiones, para ser carbono neutral y tener la clasificación carbono neutral, deberías compensar con créditos de carbono de cualquier categoría en el primer año, en el inicio, pero solamente de captura de carbono en un later stage. ¿Cuándo es early y cuándo es later? Nadie lo sabe, pero básicamente tienes dos métricas y si tienes una compensación y sabes a dónde vas, es el early, y lo que viene después, los múltiples años que vienen después se entiende como later.
—¿Y América Latina está bien posicionada en captura de emisiones?
—No.
—¿Quiénes están bien posicionados?
—Los países europeos, los países del norte.
—Cuando hablamos de créditos de carbono de cuánto en dinero se trata?
—Un crédito de carbono oscila mucho. El año pasado había empresas peruanas que no querían emitir más créditos de carbono para no bajar el precio del mercado y lo tenían. Había una demanda fuerte el año 2022 y el precio medio era $16, pero ya lo vendieron en $10, ya lo vendieron en $5 y lo pueden vender en $2. El mismo producto.
—¿Cómo se explica esto?
—Lo que ha habido no es un boicot, pero es una acción concertada que no tuvo reacción de la región y donde se critica las debilidades de la oferta latinoamericana y, claro, eso está influenciando a la demanda que prefiere no tener el riesgo de convivir con un lugar donde, por ejemplo, el Estado dice que han habido, digamos, X números de incendios forestales y viene el comprador y te dice con las imágenes de la NASA que ha habido el doble. El tema no es quién tiene razón, el tema es que hay incertidumbre y nadie quiere ir por esa incertidumbre.
—¿Cuál es el trabajo de la CAF, el papel de ser el articulador, y de gestionar esos créditos de carbono?
—No gestionamos los créditos de carbono. Nosotros tenemos la iniciativa en Latinoamérica y el Caribe, del Mercado de Carbono, que está orientada a articular la colaboración entre los diferentes bancos de desarrollo nacionales de la región con la perspectiva de que a través del intercambio de información, de conocimiento y de oportunidades conjuntas ayudemos a que los créditos de carbono de América Latina no sean vistos como un crédito de segunda categoría, pero sí como uno de primera y puedan ser parte de una oferta vibrante del mercado internacional.
—¿Cuáles son los resultados desde que empezaron en esta labor?
—La primera etapa del proyecto fue orientada a capacidades y conocimiento. Los bancos en general estábamos muy crudos y hemos iniciado una curva de capacitaciones, de comprensión. Tenemos algo muy importante, el Observatorio ILAC del Mercado de Carbono es una publicación trimestral que permite que se acompañen las actualidades y tendencias desde el punto de vista económico del mercado de carbono en relación a debilidades o ataques o situaciones que suceden y que afectan a la región para bien o eventualmente para mal.
—Y en el plan estratégico ¿qué estiman como resultado final?
—Que tenemos que continuar trabajando para poder mejorar la respuesta regional delante de las negociaciones internacionales. Son dos puntos críticos, los nacionales que miran cada uno como socio país; pero eso es lo normal, lo difícil es que los países se hablen entre sí. Esta no es una negociación de la COP, es una negociación específica de un tema climático. Es un tema que se tiene que manejar de manera más fluida, más continua y se necesita concertación, se necesita tener presencia, los países tienen que tener presencia en las reuniones de la ISO, en las reuniones donde se definen criterios y estándares para que la oferta de soluciones naturales, decretos de carbono se mantenga vigente.
—¿Qué recomendaciones le daría a las empresas y al propio gobierno respecto al tema abordado?
—Lo que puedo decir es que la acción climática es algo que lo haces antes o después, pero igual lo vas a hacer. El punto es que si lo haces antes puedes asumir un rol de liderazgo y si lo haces después no. Si lo haces antes, inicias tu curva de expertise y puede impactar en tu operación, no solo desde el punto de vista de eficiencia operativa sino también desde la innovación en productos y servicios. Entonces, hay que correr para el abrazo de la agenda climática y ser parte de eso y no intentar frenarla porque al final todos nos perjudicamos y salimos perdedores. Es un tema de competitividad también.
—Buen punto, se logra competitividad con esta practica ambiental.
—Es importante entender que el clima no es más un tema ambiental, es un tema de competitividad porque afecta a tu acceso al financiamiento, tu acceso a los mercados, y eso es importante. Esos son dos elementos fundamentales. Y cuando digo mercados, no solo se trata del mercado final, sino de incorporar en las cadenas de valor a compañías que cumplan estos criterios. Y se llaman cadenas de valor porque comparten valores que les hacen que tengan cosas en común y porque va a ser cada vez más común que una empresa exportadora de arándanos o de alcachofas o de limones o de mangos, busque una empresa logística que tenga también incorporando la acción climática.
—Es el caso de la minera también.
—Y de varios sectores, que están viendo que se incorpore la acción climática y sus proveedores también. Es una cadena de valor que se tiene que acentuar. Las empresas de viajes van a pedir a los operadores de viajes que también hagan esa gestión porque si no, pierden competitividad. Es una responsabilidad compartida.