Opinión

Diferencias entre la senda Argentina y la ruta Española  

El mundo hispano ha estado presente en cuatro de los cinco continentes e, indudablemente, ha sido un componente esencial para el desarrollo de Occidente. Sea por la filosofía humanística o por la expansión del cuarto idioma del planeta, hay elementos que nos unen y, al mismo tiempo, nos dividen. Un nuevo conflicto diplomático, que ayuda a comprender nuestra hermandad y rivalidad, es la pelea de palabras entre el presidente de Argentina y el primer ministro de España. Ambos gobiernan países que, hasta hace unos años, tenían un mejor posicionamiento global. Si bien ninguno de los dos países ha sido un faro de democracia, tampoco han representado un riesgo para el bienestar global. Evidentemente, hay muchos factores que los unen, y tener una alianza estratégica beneficiaría a ambos pueblos. Sin embargo, hay principios que no se pueden negociar, como la libertad y la democracia, ni tampoco ignorar, como la verdad y la justicia.

Por ende, me pregunto: ¿por qué España ha roto relaciones con el segundo país con mayor cantidad de ciudadanos españoles? Para los que vieron el vídeo donde Javier Milei aludía a la «mujer corrupta» de un político que «se había tomado cinco días», luego de que Pedro Sánchez escribiera una carta a la ciudadanía, podría sonar evidente. Pero es lo contrario. Previamente, habían corrido insultos, principalmente por parte del primer ministro español y su gabinete. Palabras que iban desde el aspecto físico hasta la capacidad de rendimiento por uso de drogas; pero, sobre todo, el adjetivo favorito del Partido Socialista Obrero Español: «la ultraderecha fascista». Gran parte de estas palabras habían sido ignoradas, hasta que, en suelo español, el presidente de Argentina decidió responder. Esto llevó a que se convocara al embajador español en Argentina y a que los ciudadanos de ambos países se vieran afectados.

Para algunos, defender a la familia enaltece la calidad moral de una persona; para otros, estar en una posición de Estado conlleva tener madurez y resistencia a los insultos. Cada persona tiene una opinión distinta. A pesar de ello, los hechos son innegociables. Sorpresivamente, la esposa de Pedro Sánchez había sido imputada por lavado de activos; algo que el primer ministro omitió cuando escribió la carta a la ciudadanía. No obstante, hasta el día de hoy no hay evidencia de que Javier Milei tenga alguna enfermedad a causa del consumo de alcohol o drogas.

Pero, como mencioné anteriormente, las diferencias entre los países hispanos pueden llegar a ser menores. Hasta los años treinta del siglo XX, Argentina era una potencia económica que brillaba entre los diez países más ricos del mundo (según el PIB per cápita). En cambio, durante esas épocas, España vivía momentos de precariedad y violencia. Sin embargo, en los años sesenta, el Reino de España experimentó épocas de gran prosperidad económica y seguridad social. Lamentablemente, mientras el ‘milagro español’ triunfaba, el ‘peronismo’ se afianzaba, por lo cual no pudieron compartir períodos de éxito. El camino que abría las puertas al desarrollo económico tuvo mayor acercamiento a Occidente y, a pesar de no haberlo logrado democráticamente, culminó en una monarquía constitucional y el diseño de una carta magna plural. Contrariamente, durante el siglo XX se realizaron siete modificaciones en la constitución argentina. Estas dieron un giro que partía de una ruta liberal y culminaba en políticas de opresión. Ignoraron los resultados del valeroso Juan Bautista Alberdi para aliarse con los peores tiranos del siglo XX. Los argentinos cayeron en la trampa del populismo, obstáculo que los ha acompañado en gran parte del siglo XXI. Esto ha permitido que los españoles que buscan reescribir la historia puedan anticipar su futuro.

Regresando a las diferencias, es necesario identificar la esencia ideológica.

Uno de los dos políticos mencionados hizo campaña con la promesa de reducir el Estado para alejarse de la «casta»; el otro aseguró innumerables veces que sería «imposible» pactar con los separatistas, ya que el acuerdo sería inconstitucional.

Uno está dando la batalla cultural para poder acordar con el Congreso y hacer reformas de libertad económica; mientras el otro acusa a los jueces de ser partidistas y aspira a tomar control de la asignación jurídica.

Uno se opone al control estatal sobre los medios de comunicación; y el otro propondrá nuevas leyes contra la «máquina de fango», por la cantidad de críticas recibidas.

Uno tiene una ministra de Capital Humano que está desechando prácticas corruptas; el otro contaba con una ministra de Igualdad que considera que «el acceso a la belleza es un derecho» que debe ser garantizado.

Uno ha decidido aliarse con democracias como la de Estados Unidos, Japón y Ucrania; y el otro ha entregado potestad a los regímenes comunistas de Cuba, China y Marruecos.

Uno busca la resolución diplomática al conflicto de las Malvinas; mientras el otro revive la sangrienta guerra civil española.

Estos contrastes exceden el haber reconocido a Jerusalén como capital de Israel, o el darle apoyo directo al grupo terrorista Hamás. Solo una de las dos naciones ha decidido reemplazar la corrupción política con una mejor discusión ideológica. El pueblo argentino ha renunciado a la ridiculez y ha adoptado la lucidez.

Aun cuando resalten las diferencias, Argentina y España son países hermanos. La diferencia geográfica no cambia que ambos tengan un posicionamiento estratégico. Sería muy peligroso que la Patagonia argentina o la Península Ibérica sean tomadas por intereses destructivos.

Personalmente, deseo que Argentina, España y todos los países hispanos gocen de libertad, prosperidad y justicia. Lamentablemente, uno de los dos ejemplos está siendo infectado con ideas históricamente refutadas, mientras el otro es un faro de esperanza liberal. Ansío que España vuelva a ser un país digno de su constitución, que haya fraternidad entre ciudadanos y seguridad pública. Sobre todo, deseo que sea un lugar donde periodistas jóvenes y talentosos, como Vito Quiles, no teman por su bienestar.