Hernán Garrido-Lecca, economista y ministro en dos oportunidades, señala que las cifras oficiales de pobreza y pobreza extrema nos deben llevar a tomar decisiones urgentes para atender a quienes cayeron en esta muy grave situación, y fundamentalmente, a los cerca de 2 millones de peruanos que están en condición de pobreza extrema, en las localidades más apartadas del país, donde no hay presencia del Estado y están prácticamente excluidas del mercado.
—¿Qué comentario tiene de las cifras oficiales sobre pobreza y pobreza extrema que el INEI publicó el pasado jueves 9 de mayo?
—Es un duro golpe al país, una cruda realidad, es un grave retroceso a lo avanzado en reducción de pobreza y pobreza extrema, donde millones de peruanos están en condiciones de vulnerabilidad y sin acceso a lo más importante para la vida de los seres humanos: el alimento y servicios esenciales como agua, desagüe y electricidad, acceso a salud. Ya en el segundo gobierno del expresidente Alan García, entre el 2006 y 2011, se había reducido en 16,7 puntos porcentuales la pobreza monetaria, al pasar de 44,5% a 27,8%, algo que no se había visto en la historia del país. Las publicadas el pasado jueves 9 de mayo por el INEI, duelen.
—¿Por qué fue posible reducir los índices de pobreza en ese segundo gobierno del expresidente García?
—Porque la economía del Perú creció al 6,8% anual en promedio; 8% si se excluye el sorprendente crecimiento de 1% tras la crisis asiática del año 2009. Además, la pobreza extrema se redujo de 16,1% a 6,35% entre el 2006 y el 2011. Este descenso fue, sin duda alguna, una verdadera revolución.
—Y en la actualidad, con los datos oficiales, la pobreza subió a 29% en el 2023, desde un 27,5% de un año antes. ¿Qué explica esto?
—Los conflictos sociales para intentar traerse abajo al gobierno, los efectos climáticos con el Ciclón Yaku, pero también la ineficiencia de una gestión gubernamental, salpicada de corrupción, que no reaccionó a tiempo con las medidas de política económica y fiscal para recuperar la economía que el año pasado cerró en negativo, con -0,6% en el PBI. Esta situación nos afecta todos, pero mucho más a los pobres y al vasto sector de peruanos que se encuentran en situación de pobreza extrema, pero allí quiero hacer una distinción muy importante.
—¿Cuál es esa distinción?
—La pobreza y la pobreza extrema son dos animales distintos.
—¿Explíquese?
—La pobreza y la pobreza extrema deben ser abordados de distinto modo porque tienen condiciones distintas. Cuando era ministro en el segundo gobierno del presidente García, él nos preguntaba ¿Por qué la pobreza extrema es tan resistente? ¿Por qué no podemos bajar la pobreza extrema más rápido?
—¿Y qué explicación tiene a estas preguntas?
—Es que en ese momento el mercado venía resolviendo el problema de la pobreza, porque la mayor inversión privada y pública durante el gobierno del presidente García, se tradujo en un alto crecimiento económico que, a su vez, generó empleo y éste último en bienestar para todos aquellos incluidos en el mercado. Es así que la pobreza la resuelve el mercado, con más inversión, más trabajo, y finalmente la gente va saliendo de esta situación. La prueba de ello es, como dije, el segundo gobierno de Alan García, donde los índices de pobreza bajaron en más de 16 puntos entre el 2006 y el 2011.
—¿Y por extensión, la pobreza extrema también la resuelve el mercado?
—No. Es un problema distinto. La pobreza extrema no la resuelve el mercado. Con las cifras oficiales dadas por el INEI la pobreza extrema se elevó a 5,7% en el 2023, un nivel altísimo, y mayor al registrado en el 2020, el año de la pandemia por Covid-19, y donde cerca de 2 millones de peruanos están en situación de pobreza extrema. Esta población se ubican en localidades muy apartadas, en zonas rurales, donde el Estado ni el mercado llegan. Aunque también existe pobreza extrama urbana, el problema más dificil de enfrentar es la pobreza extrema rural.
—¿Y cómo solucionar la pobreza extrema o atender a estos casi dos millones de peruanos que están en esta situación?
—Me tomó tiempo comprender la razón subyacente a la preocupación del presidente García, pero ya lo tengo claro. El problema que tenemos, del que nadie habla, es la dispersión de la población.
—¿Y de qué se trata?
—Le explico. El Perú tiene 96 mil centros poblados de los cuales 85 mil cuentan con menos de 150 habitantes y lo más grave es que el grado de correlación existente entre vivir en un pueblo de menos de 150 habitantes y ser pobre extremo es de 0,82. Es decir, si usted vive en un centro poblado de menos de 150 habitantes, su siruación es, casi con seguridad, de pobreza extrema.
—¿Y qué características tiene esta población donde no hay presencia del Estado?
—No están conectados al mercado y esto significa que si una persona vive allí, por más que crezca la economía del país, porque “salvo el crecimiento todo es ilusión” como lo sentenció el exministro Waldo Mendoza, no va a beneficiarse absolutamente en nada. Es decir, por más que crezca la economía, los beneficios no van a llegar a los peruanos en esos 85.000 centros poblados de 150 habitantes porque, simplemente, no están conectados al mercado. Insisto: no importa cuánto crezca nuestra economía, los pobres extremos no se verán beneficiados de manera alguna.
—¿Y por qué el Estado no llega a estos centros poblados, que como dice son 85 mil, con menos de 150 habitantes?
—Porque cuesta mucho. Y lo digo con experiencia de campo: cuesta entre 4 y 10 veces más ponerle agua, desagüe y energía a un pueblo de 150 habitantes que a uno de 2.000. Entonces, en esas condiciones el Estado nunca va a llegar. Por ejemplo, cuando el alcalde provincial de Carabaya, en Puno, capital Macusani, tiene que decidir el uso de los S/ 4 millones que le llegó para instalar agua y desagüe entre los pobladores de Macusani, que tiene 2.400 habitantes, y ponerle esos servicios a los centros poblados de menos de 150 habitantes alrededor de Corani o San Gabán, también distritos de Carabaya, seguro que destinará esos recursos, esos S/ 4 millones para esas obras en Macusani, la cpaital de la provincia.
—Pero es una decisión arbitraria y discriminatoria…
—Así funciona. Primero, porque el costo por conexión es menor, lo que implica racionalidad económica; segundo, porque si no lo hace la Contraloría lo meterá preso, lo que implica racionalidad legal; y, tercero porque Macusani tiene más votantes que cualquier otra capital distrital, esto es racionalidad política. Por eso tenemos que ver las maneras creativas para llegar a esos centros poblados de menos de 150 habitantes y solucionar la pobreza extrema esas localidades.
—¿Y cuál es la propuesta para atender a este gran número de peruanos?
—Como la pobreza extrema es un fenómeno meta mercado; es decir, que está más allá, fuera del mercado, la respuesta obvia es que el Estado es el llamado a resolver directamente el problema de la pobreza extrema. No hay otra manera de llegar.
—¿Y cómo se puede operativizar la acción del Estado en estas localidades para superar y solucionar la extrema pobreza?
—La única manera de resolver el problema de la pobreza extrema es cambiando la forma de operar del Estado. Creo que la respuesta está en la presencia de las Fuerzas Armadas en esas localidades apartadas, en zonas muy agrestes, en zonas rurales.
—¿Qué experiencias hay de la presencia del Estado, a través de las Fuerzas Armadas, para atender a la población de estos centros poblados?
—El Ejército Peruano viene desarrollando, a partir de una propuesta mía, en calidad de Coronel EP (Rva), el “Plan Ñuqanchik” (nosotros con ustedes incluidos, en quechua) mediante el cual se instalan kits compuestos por un panel solar, cuatro focos, una linterna, una radio y un cargador de celular en viviendas rurales en centros poblados de menos de 150 habitantes sin conexión a la red nacional. El valor de cada kit es de 160 soles y transaforma la vida de las familias beneficiarias.
—Qué interesante propuesta.
—Y es que ese es un claro ejemplo de cómo un Estado de vocación popular puede reinventarse para llegar a donde el Estado tal como hoy existe no es capaz de llegar. Por ello el rol de nuestras Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú puede ser fundamental en los esfuerzos del Estado para llegar al último rincón de nuestro país. Hay que tener bien en claro que la pobreza la puede resolver el mercado, pero la pobreza extrema solo la puede resolver el Estado, si tiene una vocación de servir a los más pobres.
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