Nos cuenta la historia que en marzo del año 1794, Maximilien Robespierre, apodado «el incorruptible», uno de los líderes más destacados de la Revolución Francesa, hizo arrestar a su rival político George Danton y lo condenó a morir en la guillotina. En julio del mismo año, Robespierre, en aras de la misma revolución que había promovido, fue detenido y guillotinado, mientras el pueblo, recordando los excesos cometidos por este personaje, le espetaba: «Robespierre, la sangre de Danton te ahoga».
Esta semana se cumplen cinco años del suicidio del expresidente Alan García, hecho producido cuando miembros de la Policía Nacional pretendieron detenerlo por las investigaciones en su contra vinculadas al caso Odebrecht. Por ilógico que parezca, el «gran» sustento de la acusación a García era el haber recibido dinero de la referida empresa brasileña por conferencias realizadas en el año 2012, es decir, un año después de haber culminado su mandato presidencial. De acuerdo al sesudo análisis de la fiscalía, la conclusión era que se trataba de una coima con efecto retroactivo, una infamia legal por decirlo de alguna manera. Muchos sentimos su partida, y otros, contagiados del síndrome de la incorruptibilidad, celebraron la tragedia, desnudando así el odio y la miseria humana que los corroía.
En los últimos meses, gracias a las informaciones y filtraciones proporcionadas por Jaime Villanueva, ya es de conocimiento público que hubo todo un ardid orquestado por Gustavo Gorriti en complicidad con malos fiscales para promover la detención preliminar de García, que finalmente determinó su suicidio. Pero el tiempo va poniendo todo en su lugar; luego de 5 años, los comunistas, caviares y rivales políticos de García están en salmuera. Aquellos que lo acusaron durante décadas de ser un gran corruptor resultaron ser los más corruptos. Y es que vivimos en una sociedad regentada permanentemente por la hipocresía; quienes nunca pudieron derrotarlo en una lid democrática optaron por el facilismo del fariseísmo. Necesitaban un gran enemigo con el cual distraer a la opinión pública, pero con Alan en otro plano universal, ya no hay excusas para cubrir a los señores de la infamia.
Ahora sabemos que los autodenominados adalides de la moral nunca lo fueron. Alejandro Toledo está en prisión, PPK acorralado en su domicilio, Nadine y Ollanta Humala, otrora «pareja presidencial», con acusaciones donde se les pide 25 y 20 años de prisión respectivamente, y Susana Villarán, ejemplo vivo de la hipocresía, pendiente de sentencia por haber recibido 7 millones de dólares de Odebrecht y OAS para financiar su campaña del NO a la revocatoria. Todos ellos, enemigos declarados de García, se perderán en la ignominia. Como él diría en su carta a la posteridad: «Les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo, y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse». No cabe duda, así como Robespierre ante Danton, cinco años después, todos ellos están ahogándose con la sangre de García.