El fin de semana pasado se llevó a cabo la elección presidencial en Argentina. Al cierre de esta edición, con el 97% de las mesas escrutadas, el oficialista y ministro de economía Sergio Massa se perfilaba como ganador con el 36% de los votos, mientras que el economista Javier Milei obtenía el 30%. Este resultado, obliga a la realización de una segunda vuelta en noviembre, para elegir al próximo presidente de esta nación quebrada.
La pregunta que salta a la vista es: ¿Cómo es posible que el candidato y actual ministro de economía y parcial responsable de la catástrofe económica que vive ese país, sea el candidato más votado? Ello, aunado al hecho que todas las encuestas previas a la elección (salvo una), le daba la victoria a Milei por un margen de cinco o seis puntos.
Es imposible analizar todas las posibles respuestas ante este escenario, por lo que me voy a concentrar en los puntos más resaltantes.
Una de las posibles explicaciones que podemos ensayar, es la existencia de la manipulación de la voluntad popular a través del clientelismo electoral. En este caso tenemos a un funcionario público muy poderoso, el ministro de economía, que a la vez, es candidato presidencial. Esta figura está prohibida en el Perú. Cualquier funcionario público tiene que renunciar antes de ser candidato a un puesto público, en el entendido que puede utilizar de manera ilegal su puesto y poder en el estado, para usar los fondos públicos a su conveniencia.
En el segundo caso hay que reconocer la habilidad de Massa para distanciarse de su propia gestión como ministro de economía del gobierno de Fernandez. A pesar que la economía argentina se encuentra paralizada, con una inflación que ya llega el 200% y una devaluación que no tiene límites, Massa ha sabido culpar a los gobiernos anteriores de la catástrofe económica que él no ha podido resolver y transmitir el mensaje que si sale elegido ahora sí podrá cambiar el rumbo económico del país.
Otra de las explicaciones, tiene que ver con la guerra sucia emprendida por los medios y por “la casta”, como Milei llama a la clase política argentina, en su contra. A Milei lo han llamado de todo, desde loco hasta nazi. Sus rivales lo han tildado de “loco” en ocasión a una declaración que dio Milei, en la cual afirmó que hablaba con sus perros (tiene cuatro perros llamados Murray, Milton, Robert y Lucas). Yo también hablo con mis tres perros, sobre todo con Máximo y no por eso estoy loco.
Existe un aspecto adicional para analizar. Los argentinos viven en un estado de negación permanente. Ellos todavía no han interiorizado que viven en un país quebrado e inviable. Esto se debe a que Argentina es un país rico en recursos naturales. Cuenta con una base industrial bastante extendida, mano de obra calificada y en algún momento de la historia fue un país desarrollado. Al recorrer las calles de Buenos Aires se puede pensar que estamos en alguna ciudad europea. Al viajar por las autopistas, ver los grandes desarrollos urbanos, los rascacielos etc. se puede pensar que Argentina es un país desarrollado. Pero basta darse la vuelta y encontraremos que más del 40% de su población, vive en la pobreza y pasa hambre.
El hecho que hayan salido campeones en el Mundial de Fútbol de Catar 2022, le dio un nuevo respiro al orgullo argentino, tan vapuleado en los últimos treinta años de crisis económicas sucesivas.
Los empresarios, quienes deberían ser los primeros en exigir un cambio del modelo económico proteccionista y controlista, se han acostumbrado a trabajar de la mano de un gobierno corrupto, con una mentalidad mercantilista que finalmente los terminará quebrando a todos. Ante el temor de una apertura total de la economía como propone Milei, muchos de ellos prefieren tener un mercado interno cautivo a quien vender productos caros de regular calidad, dejando de lado el mercado exportador.
Para graficar la situación, les doy un ejemplo. La empresa que administro, importa desde hace más de veinte años repuestos para autos desde Argentina. Hemos comprado cientos de miles de dólares en productos argentinos, dando trabajo a decenas de empresas de ese país. Sin embargo, en el último año, nuestras importaciones se han reducido a casi cero. La crisis argentina ha llegado a tales proporciones, que los fabricantes de piezas no nos pueden vender, ya que no tienen dólares para comprar la materia prima. En las raras veces que si han podido cumplir con nuestros pedidos, el negocio les ha resultado a pérdida. Ellos reciben los dólares que les transferimos, pero convertidos a pesos al tipo de cambio oficial, de 350 pesos por dólar cuando en la calle se cotiza a casi 1000 pesos.
La última explicación que voy a analizar es la dimensión de los programas sociales a los cuales están acostumbrados a acceder millones de argentinos. Ante la falacia peronista que dice; “donde existe una necesidad, nace un derecho”, cientos de miles de personas dependen del estado para vivir, sin tener la necesidad de trabajar, ya que es “su derecho” que el estado los mantenga. Ellos no quieren perder la mamadera con Milei.
Espero que estos resultados sean solo un tropiezo para la Libertad y que en noviembre, los argentinos entiendan que las viejas ideas de siempre solo les traerán más miseria y pobreza.
Como dijo Albert Einstein: “es una locura hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente”.
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