Opinión

El Discurso del Rey

Un discurso pronunciado por un jefe de estado, no es simplemente un conjunto de ideas sobre algún tema en particular. El discurso del rey de Inglaterra Jorge VI, en la película “El Discurso del Rey”, tuvo una trascendencia política tan grande que marcó la visión histórica de su nación, antes y durante la Segunda Guerra Mundial.

Una vez fallecido el rey Jorge V, su hijo mayor David, es coronado como el nuevo rey de Inglaterra con el nombre de Eduardo VIII. Sin embargo al poco tiempo, Eduardo VIII abdica el trono para casarse con la estadounidense Wallis Simpson, quien se encontraba en proceso de divorcio. Según la tradición monárquica inglesa, al convertirse en rey Eduardo VIII, también asumía como cabeza de la Iglesia Anglicana, por lo que estaba prohibido casarse con una divorciada. Ante este hecho abdica a favor de su hermano menor, el príncipe Alberto, quien se coronaría como Jorge VI.

Según cuenta la historia, el príncipe Alberto, duque de York, quien sufría de cierto nivel de tartamudez desde su juventud, recurrió a la ayuda del fonoaudiólogo australiano Lionel Longue, con quien establece una amistad durante su tratamiento, la cual perduraría durante toda sus vidas.

Según la película, ante la inminente declaración de guerra a la Alemania nazi en septiembre de 1939, Jorge VI lleva a Longue al palacio de Buckingham para que lo prepare para dar el discurso más importante de su vida, el cual sería escuchado por millones de sus compatriotas a lo largo del imperio británico. Gracias a la ayuda de Longue, a la seguridad y tranquilidad que le transmite, el rey Jorge VI logra dar un discurso inspirador para su nación.

No cabe la menor duda de que el evento más importante que vivimos los peruanos la semana pasada, además de mi cumpleaños, fue el mensaje a la nación de dio la presidenta Dina Boluarte en el Congreso. Este fue su primer mensaje por fiestas patrias como presidenta constitucional.

Quiero compartir algunas reflexiones sobre dicho mensaje. Como un primer comentario, considero que su mensaje a la nación fue excesivamente largo, duró tres horas y ocho minutos. Bien decía un profesor mío en la universidad: “Si la presentación dura más de 40 minutos, los asistentes ya no entienden lo que dice el expositor. Si dura más de 50 minutos, el expositor no entiende lo que dice él mismo”. El mensaje de Boluarte pudo durar la mitad y cubrir prácticamente lo mismo.

En la primera parte del mensaje a la nación, Boluarte hizo un excelente análisis de la corrupción y de todos los males que nos trajeron los dieciocho meses de gobierno del corrupto Castillo. Ella mencionó el hecho que Castillo, su entorno familiar, parte de su consejo de ministros y otras autoridades, utilizaron los puestos en el estado para hacer de él un botín. Mencionó la colocación de personas sin ningún tipo de preparación o capacidad en puestos claves en el aparato estatal.

Desde esta columna le preguntamos a la presidenta Boluarte: ¿dónde estuvo ella cuando Castillo y compañía asaltaban el Estado a mano armada? ¿Acaso Boluarte no fue ministra de Desarrollo e Inclusión Social desde el inicio del gobierno de Castillo hasta dos semanas antes del golpe de Estado? ¿No fue parte del consejo de ministros? ¿Ella no se dio cuenta de nada? Boluarte ha olvidado convenientemente que ella misma colocó en el MIDIS a dos viceministros sin experiencia en el sector que tuvieron que ser removidos.

Continuando con su mensaje, la presidenta pidió perdón por los muertos en las protestas de diciembre y enero de este año. Si bien todos estamos de acuerdo que es lamentable la pérdida de vidas humanas en cualquier escenario, no estoy de acuerdo que el Estado tenga que pedir perdón por defender al país del ataque de terroristas, que buscaron el caos y destrucción a través de actos subversivos. La presidenta Boluarte, está en la obligación de garantizar la paz en el país y de restablecer el orden cuando terroristas destruyen la propiedad pública y privada, atacan infraestructura vital como aeropuertos y carreteras. Más aun, es imperativo el uso de la fuerza cuando estos “manifestantes” atacan a las fuerzas policiales hasta quemar vivo a unos de sus efectivos dentro de su propio patrullero. No hay que pedir perdón por imponer la ley.

La presidenta detalló el problema de la inseguridad ciudadana, pero no estableció una política de estado para acabar con ella. Desde mi punto de vista, solo se limitó a enumerar algunos proyectos de ley entre ellos uno para expulsar a los ciudadanos extranjeros que sean atrapados en flagrancia. Estoy seguro que tenemos suficientes leyes para combatir la inseguridad, lo que faltan son armas, equipos e infraestructura, pero sobre todo una política coordinada entre policía, fiscalía y poder judicial. 

No le escuché exponer nada interesante sobre la lucha contra la pobreza, ni contra la crisis económica en la que estamos. Según las últimas cifras, la economía peruana estaría en recesión técnica al registrar dos semestres consecutivos de crecimiento negativo del PBI. Sin embargo, la presidenta cree que con pequeñas intervenciones por parte del Estado en las compras a las MYPES, se resolverá el problema.

Con Boluarte en la presidencia, estamos mucho mejor en lo político y económico que con el incapaz y corrupto de Castillo. Pero necesitamos mucho más.

El país exige reformas estructurales para continuar en la senda del crecimiento económico iniciado en los noventa y que sacó de la pobreza a millones de compatriotas.

Parafraseado al presidente Ronald Reagan: ¿cuándo será el día que los políticos peruanos entiendan que el mejor programa social es un trabajo?

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