Umachiri es una pequeña localidad –capital del distrito del mismo nombre- ubicada a veinte kilómetros de Ayaviri, en la provincia de Melgar, departamento de Puno. A 3900 metros sobre el nivel del mar, en el corazón altiplánico del Collao, no tiene más de cinco mil habitantes. Cuenta con un único camino asfaltado que viene justamente de Ayaviri y se pierde kilómetros más adelante rumbo al poblado de Llalli. Cuando la vía pasa por Umachiri, a ambos lados de esta se asientan unas pocas casas hechas de quincha, otras tantas tiendecitas también de barro y caña, un centro de salud y la Institución Educativa Mateo Pumacahua, estas sí de material noble.
Allende este camino; algunas casas más, la municipalidad, la plaza principal y la imponente iglesia colonial, se organizan de cara a caminos de tierra afirmada. Todo lo otro es meseta y viento que sopla y sopla.
De no ser por la decisiva victoria realista sobre los patriotas en la Batalla que estalló hace más de doscientos años sobre este extenso campo, donde por las tardes el viento silba hasta cuartear la piel, Umachiri sería un caserío más olvidado de nuestra serranía. Sin embargo, hay aquí una página de esta historia revolucionaria que pudo cambiar su parto republicano, de la que poco se ha destacado y menos aún, estudiado.
Los acontecimientos vienen así.
En 1806 la Francia napoleónica estaba en guerra contra Inglaterra y tras sucesivas coaliciones y enfrentamientos por toda Europa, Bonaparte no conseguía doblegar a la Rubia Albión. Entonces decretó su Bloqueo Continental en noviembre, prohibiendo todo intercambio con la isla, esperanzado en arruinarla económicamente. Sea coaccionados o por temor a una intervención francesa, las potencias continentales aceptaron el decreto, salvo Portugal, al extremo oeste europeo, que lo rechazó, dada su dependencia del comercio ultramarino.
Esto significó que el pequeño corso solicitara “permiso” a su aliado español, Carlos IV, un año después de firmado el Bloqueo, para atravesar la península ibérica y castigar a los lusitanos. Juan de Braganza, regente de la corona portuguesa, abandonó con su corte el país para instalarse en Brasil, y los franceses consumaron la ocupación. Sin embargo, las tropas encabezadas por el Mariscal Junot se quedaron en España, sumándose sucesivos ejércitos franceses que cruzaban los Pirineos y ocupaban tranquilamente diferentes ciudades españolas.
Amotinado el pueblo en Aranjuez, adonde la corte española se había trasladado, el Rey Carlos IV abdicó en favor de su hijo el príncipe Fernando, en marzo de 1808; pero luego se arrepintió. Dos meses después, padre e hijo viajaron hasta la ciudad francesa de Bayona para solicitar a Napoleón; uno, respaldo para recuperar el trono y, el otro, reconocimiento de su asunción. Finalmente, el emperador francés hizo que, en su favor, ambos renuncien a todo derecho real. Luego cedió estos a su hermano José, quien fue coronado José I.
José I seria motejado por los españoles como Pepe Botella.
Ante el vacío de poder, se organizaron cabildos y juntas de gobierno en ciudades de la península y sus colonias en América. Hasta que, en Cádiz, las Cortes reunidas durante año y medio sancionaron una constitución liberal, en marzo de 1812. Como consecuencia y por exigencia debían celebrarse elecciones para ayuntamiento -municipales- y el Cuzco no fue la excepción. Ocurrió en febrero de 1813 y, al corresponder a los constitucionalistas el triunfo, los absolutistas quedaron descontentos. Por la manera como se condujo este proceso, el virrey Abascal destituyó al Brigadier General Mateo García Pumacahua de presidente de la Real Audiencia del Cuzco y los indios, quienes tampoco pudieron controlar los cabildos, recelaron mientras la carga económica reclamada a través de los intendentes aumentaba, considerando el inicuo pago de tributos, la renta desigual de la tierra y el monopolio que afectaba sus ingresos.
La coyuntura agravó por la incompleta elección de representantes a las Cortes, convocadas desde 1810, quienes primero no lograron viajar a la península y luego terminó convertida en una elección controlada por los absolutistas. Esta conjunción de intereses de sectores desafectos al absolutismo derivó en la Revolución que estalló en el Cuzco en agosto de 1814.
La Junta revolucionaria estuvo encabezada por el brigadier Pumacahua y organizó tres columnas que avanzaron hasta ocupar Huamanga, La Paz y Arequipa. Pumacahua marchó al frente de esta tercera columna y ocupó la Ciudad Blanca, en noviembre de 1814. Derrotadas las dos primeras, el brigadier Juan Ramírez -uno de los jefes realistas más competentes- se dirigió hacia Arequipa. Ante esta aproximación, Pumacahua la abandonó y Ramírez ocupó plaza fuerte en diciembre. Tras dos meses de descanso y reorganización, Ramirez condujo sus tropas en busca de Pumacahua. El encuentro ocurrió aquí, en Umachiri, el 11 de marzo de 1815.
Dice Andrés García Camba en su “Memorias para la Historia de las Armas Españolas en el Perú” (publicadas en Madrid en 1846) que los patriotas contaban con “más de 500 fusileros, 37 piezas de artillería y muchos miles de indios a pie y a caballo (…) que se computó en más de 20 mil”. Luego deja al descubierto “la llanura que atraviesa el río Llalli desde el pueblo de Cupi hasta la confluencia del río Ayaviri, donde entra en el llano de Santa Rosa de mayor extensión y cercado de cerros…”. Y de la “Relación del Gobierno del Marqués de la Concordia”, el virrey Joaquín de la Pezuela, queda sin detención “cuando otro trozo se dirigía por el costado derecho, al cual se destacó con celeridad la compañía de granaderos del primer regimiento, cuyo valor y firmeza por el tiempo de la acción puso un dique a la atrevida empresa del enemigo, destruyendo la idea de batir entre dos fuegos el campo de Ramírez”.
Caminando por estos campos donde la presión atmosférica disminuye y la historia aumenta, corre el río Llalli “cuyo caudal de agua, que llegaba al pecho, arrebató y ahogó a muchos valientes defensores de la causa del rey y del honor de su patria…”, cuenta De la Pezuela. Vadeando el lecho, metros más adelante, aparece el descuidado mausoleo que olvida el escenario central de la Batalla de Umachiri, como si nos condenáramos por mano propia a repetir la historia. Avecindados me dicen que todavía quedan restos de sangre, que mi compañero en este punto señala dentro del recinto. Siguiendo el relato de García Camba “con muchísima razón exclama el mismo virrey que se compare esta acción con las antiguas y modernas que han dirigido los más hábiles generales: que se examinen sus circunstancias y los gloriosos resultados de unas y otras, y se verá que por desigualdad en el número de combatientes, por los obstáculos que los leales tuvieron que vencer, y por la calidad de unos y otros contendientes, CASI TODOS PARIENTES Y RELACIONADOS POR PARTICULARES INTERESES, la victoria de Yalli y mejor dicho de Humachiri, porque este fue el nombre que le dio el vencedor, es un fenómeno extraordinario, un prodigioso presente con que la fortuna quiso señalar LA ACENDRADA LEALTAD Y FIDELIDAD DE NUESTROS SOLDADOS CUZQUEÑOS” (las mayúsculas son mías).
En su celebrado libro “El Azar en la Historia y sus Límites”, publicado en 1973, Jorge Basadre ensaya cómo de haber triunfado la Revolución de 1814 “habría surgido un Perú nacional, sin interferencias de afuera y con una base mestiza, indígena, criolla y provinciana”. Pienso en esto mientras voy buscando alguna pica, alguna asta, algún canto o por los lados de algún altozano que recuerde el fusilamiento de Mariano Melgar -auditor de guerra de las tropas revolucionarias-, inmediatamente al término de la Batalla. ¡Un poeta, fusilado! Y ante el mirar atónito de mi guía y acompañante, entre disparos de fusiles, chirriar de sables, gritos de guerra, sangre por doquier y muerte, exclamo:
Bien puede el mundo entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mi armarse
Con razón, al poeta muerto a los veinticuatro años, califica Mariátegui en sus “Siete Ensayos…” como el primer “expresador de categoría” del sentimiento indígena en nuestra historia literaria. Adelantado romántico me recuerda que:
Todo mi afecto puse en una ingrata;
Y ella inconstante me llegó a olvidar.
Si así, si así se trata
Un afecto sincero,
Amor, amor sincero,
No quiero más amar.
º º º
Umachiri proviene de dos vocablos quechuas: uma -cabeza- y chiri -frio, congelado-. Debe ser por lo alto que aquí estamos y como el gélido sigue soplando. Al centro de la plaza principal un monumento de 1923 recuerda a Melgar. A un lado, la imponente iglesia que data de finales del siglo XVI; aunque es de suponer que algunas partes son más recientes, como los techos de calamina. Y quien sabrá de los cañones que se exhiben en el frente.
Aunque Pumacahua terminó firmando como Mateo García Pumacahua, la escuela que se encuentra en reparación lleva por nombre Mateo Pumacahua. Licencias nuestras. Mas allacito la posta médica es pequeña, las viviendas sencillas, las gentes amables; cuando de pronto, caminando por doquiera, al abrirse una puerta aparece Silvia… tal como la cantó Melgar en sus yaravíes. Silvia… “Silvia es mía y yo soy de ella”.
Empero, volviendo sobre el afirmado, rumbo al túmulo que recuerda la Batalla de Umachiri, aparece un revelador esfuerzo ganadero, con canales de riego, vacunos, pastizales, plantas de productos lácteos. Hay quesos y yogurt que desesperadamente buscan mercados y, aunque el internet y los celulares ayudan, no es suficiente. El hijo de los dueños de la planta que visito es un ingeniero graduado hace poco. Tienen una flamante camioneta cuyo motor están terminando de asentar, en la que trasladan quesos hasta una agencia de transportes, para enviar, vía encomienda, hasta Arequipa. Me cuentan que otras plantas describen el mismo circuito económico, tan endeble que una helada podría menoscabar el ganado y el negocio, ante la falta de cobertizos.
En esta zona también hay una pobreza dura, difícil de combatir. La población está dispersa en pequeñas comunidades donde alguna conexión eléctrica llega, mas no conexiones sanitarias con agua potable, debidamente tratada. Aquí, se jala el agua de un arroyo, de un canal próximo o del subsuelo, y con una manguera abastece un tanque de polietileno desde donde se distribuye por casa. Y el día termina pronto porque el frío arrecia y no permite estar sino arropado, hasta conciliar sueño. La Silvia que también idealizo, me cuenta que sufre cuando las clases virtuales se extienden hasta bien entrada la noche, porque el frío cala. Bien lo entiendo: cuando apagué la luz y quise leer, el frío me metió en cama bajo varias frazadas.
¡Cuánta falta hace por aquí un ramal de la red del gas que, viniendo de Camisea, abrigara un poco para poder estudiar por la noche!
Y cuanta falta hace focalizar subsidios directos para los adultos mayores que cargan hasta el peso de la vejez encima y para los niños que van a la escuela sin probar carne. Paradójico, pues allá en Ayaviri -capital de provincia-, se celebra el kankacho, plato típico hecho a base de carnes de cordero. Auténtico plato turístico, pues la gente de la zona no lo consume: es muy caro para los más pobres.
Bastante ayudaría una buena red vial, con transporte público regular, bien organizado, que acerque a la población de estos centros poblados, con la capital de la provincia, de tal manera que por las mañanas puedan venir hasta aquí y por la tarde volver a casa (o por la noche, dado que en el Perú trabajamos duro). Algo así como en Lima, cuando durante el verano mucha gente sale de sus casas de playa “del sur” temprano y vuelve al finalizar la jornada, en sus autos o en bus (dependiendo si eres “misio” o estás chibolo aún).
Aquí fue fusilado “el primer momento peruano de esta literatura”. Aquí hay una llama de la Revolución moderna que queremos llevar adelante, con su “Marcha Patriótica” que, resonante, sigue exaltando nuestros espíritus
Ya se puede a boca llena
Gritar: que la Patria viva,
Que la libertad reciba
Que triunfe nuestra Nación
Magnífico reportaje histórico e interpretativo el de Rafael Zevallos que nos traslada desde 1806 hasta 2022. Así es nuestra historia reciente, el resultado de decisiones napoleónicas y criollas donde el indio protagonista heroicamente conflictos de intereses económicos sin obtener justicia. Ni de parte de la madrastra europea ni de parte del empoderado pariente peruano. ?Qué hacer si las cosas siguen igual hasta la actualidad? ?Cómo traer la modernidad a lugares remotos cómo Umachiri que como señala el autor si deberían estar gozando de acceso al gas de Camisea?
Magnífico reportaje histórico e interpretativo el de Rafael Zevallos que nos traslada desde 1806 hasta 2022. Así es nuestra historia reciente, el resultado de decisiones napoleónicas y criollas donde el indio protagonista heroicamente conflictos de intereses económicos sin obtener justicia. Ni de parte de la madrastra europea ni de parte del empoderado pariente peruano. ?Qué hacer si las cosas siguen igual hasta la actualidad? ¿Cómo traer la modernidad a lugares remotos cómo Umachiri que como señala el autor si deberían estar gozando de acceso al gas de Camisea?