Nosotros el Pueblo”. Estas son las primeras palabras de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica. Diría que en estas tres palabras se centra toda la mentalidad del pueblo americano y de los “Padres Fundadores” de la nación que la representaron al momento de redactar su constitución. Son las personas, el pueblo, los que tienen el poder y se lo dan al Estado para que pueda organizar a la nación bajo un régimen republicano que garantice la igualdad ante la ley, la seguridad, la paz y la prosperidad.
Comparemos como empieza nuestra Constitución: “La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”. En nuestro caso, el Estado es el que tiene el poder y lo utiliza para defender a las personas, el pueblo. Vemos como en ambos casos, se busca el bienestar de la sociedad, pero en el primero, el pueblo es el que empodera al Estado y en el segundo caso, el Estado tiene el poder y lo utiliza para defender al pueblo.
Puedo decir que ésta es la gran diferencia en la visión de ambas constituciones y por ende de ambos pueblos. El problema radica cuando el Estado es tomado por corrientes ideológicas que quieren imponer su pensamiento y doctrina “al pueblo”. En el primer caso, en los Estados Unidos, existe un sistema de contrapesos bastante fuerte entre el gobierno federal y el gobierno estatal; en el segundo caso, el nuestro, debería existir un contrapeso entre el ejecutivo, el legislativo y el poder judicial. Sin embargo, cuando los poderes están tomados por la corrupción, intereses particulares y sobre todo doctrinas ideológicas de izquierda, no existen los contrapesos necesarios para que las leyes se cumplan. Si a eso sumamos el poder de los medios, quienes siguen su propia agenda sin importarles el bienestar del país, tenemos la receta perfecta para llegar al caos y la anarquía que vivimos en los últimos tiempos.
Veamos con mayor detenimiento cómo los “Padres Fundadores” de los Estados Unidos idearon un sistema que hasta la actualidad se mantiene vigente. La Constitución de los Estados Unidos fue adoptada en su forma original el 17 de septiembre de 1787 por la Convención Constitucional de Filadelfia y luego fue ratificada por cada estado. La Constitución de los Estados Unidos es la constitución federal más antigua que se encuentra en vigor en el mundo. Para algunos historiadores, hay cierta controversia sobre este punto, ya que los Estatutos de la República de San Marino datan de 1600, pero según algunos estudiosos no se puede hablar de dichos Estatutos como una constitución tradicional, sino como parte del ordenamiento jurídico fundamental, ya que junto con la Ley Electoral de 1926 y la Declaración de los Derechos Ciudadanos de 1974, forman parte de la constitución de San Marino.
La Constitución de los Estados Unidos, es sumamente breve, tiene siete artículos que versan sobre: el poder legislativo, el poder ejecutivo, el poder judicial, los poderes del estado y sus límites, el proceso de enmienda constitucional, la supremacía de la constitución y las leyes federales sobre cualquier ley estatal y finamente la ratificación de la constitución por parte de los estados para su entrada en vigencia.
Una vez que la constitución fue ratificada por todos los estados (Rhode Island fue el último el 29 de mayo de 1790) se redactó la Carta de Derechos de los Estados Unidos, que es el nombre colectivo que se le da a las diez primeras enmiendas de la Constitución, aprobadas el 15 de diciembre de 1791.
La Carta de Derechos fue una respuesta para calmar los temores de los antifederalistas, quienes argumentaban que la Constitución fracasaba en defender los principios básicos de la libertad humana. Estas enmiendas garantizan una serie de libertades personales, limitan el poder del gobierno en los procesos judiciales y otros; y se reservan algunas facultades a los estados y al pueblo. La Carta de Derechos Humanos enumera libertades que no están expresamente indicadas en el cuerpo de la Constitución, como la libertad de religión, libertad de expresión, la libertad de prensa y libertad de reunión; el derecho a poseer y portar armas; la prohibición de un registro o incautación irrazonable, la seguridad de los efectos personales; la acusación por un “Gran Jurado”; garantía de un juicio rápido y público con un jurado imparcial y la prohibición de un doble juzgamiento.
Aquí, quiero resaltar el punto que encontré más interesante: la Carta de los Derechos Humanos reserva para el pueblo todos los derechos no mencionados expresamente en la Constitución y además reserva para las personas o los Estados, todos los poderes no otorgados específicamente al gobierno federal. En nuestra constitución por el contrario, están enumerados de manera específica nuestros derechos constitucionales.
Tengo envidia sana cuando veo que han pasado más de doscientos treinta años desde que se ratificó y puso en vigencia la Constitución de los Estados Unidos. El día de hoy, la Constitución norteamericana es el pilar del sistema de justicia y económico de ese país. No podemos negar los enormes desafíos que enfrentan los norteamericanos en este siglo, pero cuentan con el respaldo de la historia a su favor. Haciendo una breve comparación, el Perú ha tenido en casi doscientos años de vida republicana doce constituciones, siendo la primera la de 1823 y la última la de 1993.
Lo que más preocupa todavía, es el hecho que cada vez que se discute la reforma política o se acercan elecciones se vuelve a mencionar el tema de redactar una nueva constitución ya que la anterior “ha perdido vigencia”. ¿Cómo entender entonces que la Constitución norteamericana tiene más de doscientos treinta años y tiene tanta vigencia como cuando se redactó? y ¿Por qué nuestras constituciones pierden vigencia luego de 20 ó 30 años?
Creo que podemos estar de acuerdo que nuestra Constitución de 1993 puede ser mejorada en algunos puntos mediante reformas constitucionales previstas en la misma, pero me parece un despropósito pretender cambiarla toda cuando ésta nos ha dado el periodo de crecimiento y prosperidad más largo de nuestra historia republicana. Lo que es peor aún, grupos radicales de izquierda quieren imponer doctrinas económicas que ya han fracasado en todos los países del mundo en donde fueron aplicadas. Las izquierdas peruanas parecen no estar enteradas del colapso económico de la Unión Soviética (Estados Unidos nunca los atacó o invadió), el cambio de sistema económico de la República Popular China que hoy en día es el país más capitalista del mundo, del fracaso absoluto del Socialismo del Siglo 21 en Venezuela, donde el pueblo se muere de hambre; de la quiebra económica de un país tan rico como Argentina que ha entrado en cesación de pagos por novena vez en su historia al aplicar modelos izquierdistas y del colapso económico de los países de la Europa del Este en donde se aplicó el sistema comunista después de la segunda guerra mundial. En todos los países en donde se aplicó el modelo estatista de altos impuestos y de alta regulación, las economías terminaron colapsando haciendo más pobres a los que menos tienen.
No nos dejemos engañar por políticos “luchadores de la democracia” ni por los medios que los apoyan, analicemos bien las cosas, pero sobre todo usemos como ejemplo, modelos que funcionan a lo largo de la historia, trayendo bienestar y prosperidad a sus pueblos y no aquellos que traen miseria y pobreza.
Como decía el dos veces gobernador de California y luego dos veces presidente Ronald Reagan ”¿Cómo describes a un comunista? Es alguien que lee a Marx y Lenin. ¿Y cómo describes a un anticomunista? Es alguien que entiende a Marx y Lenin”.