Desde hace unos años el término «caviar» se ha convertido en un arma recurrente en el debate político como una manera de denunciar la hipocresía de ciertos sectores de «izquierda» que defienden causas progresistas mientras llevan un estilo de vida acomodado. Personalmente creo que el uso excesivo de esta etiqueta no solo empobrece el debate, sino que también juega en contra de quienes la utilizan.
Una etiqueta que divide en lugar de convencer
El principal problema de abusar del término «caviar» es que termina por convertirse en un discurso vacío, en lugar de argumentar con hechos o propuestas, algunos políticos y comentaristas lo usan como una descalificación automática para cualquier persona que piense «diferente» y eso hace que se impida el debate de ideas ademas de reforzar la polarización.
Cuando un político usa demasiado esta palabra, puede caer en un discurso repetitivo que solo refuerza a quienes ya piensan como él pero será dificil que atraiga nuevos votantes, corriendo el riesgo de encasillarse en un grupo específico por lo que pierde la oportunidad de ganar más adeptos. Es un discurso que no genera un impacto real en un electorado más amplio.
Desde un punto de vista argumentativo, el uso del término «caviar» puede caer en una falacia ad hominem, en lugar de refutar con datos o evidencia, se ataca a la persona por su estilo de vida o posición social y esto resta credibilidad a quien lo emplea como único recurso discursivo.
Si alguien considera que un adversario político es incoherente, lo ideal sería demostrarlo con hechos concretos en lugar de etiquetarlo ya que señalar contradicciones es válido, pero hacerlo sin argumentos sólidos convierte el debate en un simple intercambio de insultos.
El electorado peruano enfrenta problemas urgentes: crisis económica, inseguridad, corrupción y precariedad en servicios públicos entre otras cosas; ante este panorama, la gente busca soluciones concretas en lugar de discursos vacíos cargados de descalificaciones.
Un político que aspire a un cargo público debe enfocarse en ofrecer respuestas claras y ejecutables, en lugar de perder tiempo en ataques que solo refuerzan la polarización.
Abusar del término «caviar» no solo es contraproducente, sino que también empobrece el debate político, en tiempos donde el país necesita liderazgo y soluciones sería mucho más productivo concentrarse en discutir ideas y propuestas en lugar de recurrir a etiquetas que solo dividen.
La verdadera batalla en política no es contra un grupo de «caviares» sino contra los problemas que afectan a millones de peruanos.