Opinión

Las medias verdades son peores que las noticias falsas

El periodismo enfrenta actualmente una amenaza que, aunque no siempre es fácil de detectar, es más dañina que las noticias falsas: el uso de medias verdades.

A diferencia de las fake news, que son completamente inventadas, las medias verdades se construyen a partir de datos ciertos pero incompletos o sesgados manipulando la realidad sin mentir abiertamente; esta técnica, que se ha vuelto común presenta los hechos de manera selectiva o convenientemente ajustados, lo que dificulta que la audiencia perciba su parcialidad.

Las medias verdades no son más que narrativas que omiten detalles clave o presentan información real de forma sesgada, de modo que la historia final está intencionalmente distorsionada, este recurso aunque en la superficie parece informativo, genera una impresión que puede ser engañosa o parcial, pues deja de lado una parte significativa de la verdad.

En el periodismo las medias verdades permiten que el lector o espectador reciba una versión de los hechos que responde a una determinada agenda o perspectiva, y no necesariamente a la realidad en su totalidad.

Por ejemplo, un informe podría centrarse en hechos negativos de un personaje público, omitiendo logros o aspectos positivos relevantes; esta forma de presentar la información, sin faltar a la verdad pero sin ser objetiva, lleva a la audiencia a formarse una opinión sesgada, basada en una verdad fragmentada. Aunque los hechos individuales puedan ser ciertos, el contexto incompleto provoca una impresión distorsionada.

El poder de las medias verdades radica en su capacidad para sembrar desconfianza, generar polarización y manipular la percepción del público sin recurrir a la mentira.

Cuando un medio presenta solo aquellos hechos que favorecen a una ideología, una postura o una figura pública, la audiencia recibe una versión parcial de la realidad, lo cual afecta su capacidad de tomar decisiones informadas. Esto es eperjudicial en tiempos de alta polarización, donde la desconfianza en los medios y en las instituciones es alta; las medias verdades pueden reforzar prejuicios, promoviendo la desinformación de forma sutil.

A diferencia de las fake news, que son fácilmente desmentibles, las medias verdades pueden parecer razonables y confiables, ya que los hechos reportados son técnicamente ciertos, pero el cuadro general está incompleto.

El periodismo ético se basa en la responsabilidad de ofrecer una visión completa y equilibrada de los acontecimientos, sin embargo, las medias verdades convierten la información en un recurso de persuasión.

En lugar de informar de manera imparcial, hay medios en nuestro país, tanto de izquierda como de derecha que recurren a esta técnica persiguiendo una narrativa específica, omitiendo o destacando información según les conviene, esto convierte el periodismo en un mecanismo de control de la opinión pública, en lugar de ser un canal de información libre y veraz.

La ética periodística requiere no solo que los hechos sean precisos, sino que el contexto de esos hechos sea honesto; cuando un medio resalta aspectos negativos o positivos de forma intencionada y omite otros, está minando la confianza pública en el periodismo, pues el público puede sentir que está siendo guiado hacia una conclusión preestablecida.

Para la audiencia, la mejor defensa contra las medias verdades es el escepticismo informado; esto implica cuestionar y contrastar información, buscar varias fuentes y examinar si la narrativa presentada parece omitir aspectos relevantes; el público puede volverse crítico y evaluar si una historia presenta todos los lados de la situación o si parece favorecer una postura específica.

Para los medios, la responsabilidad es clara: se debe aspirar a la veracidad completa y ofrecer una representación equilibrada de los hechos, sin sesgar la narrativa hacia una agenda política o ideológica.

En lugar de buscar la manipulación sutil, el periodismo debe volver a enfocarse en su misión de informar con rigor y transparencia.

Las medias verdades constituyen una de las formas más sutiles de desinformación; aunque no son noticias falsas en el sentido estricto, sí son una manipulación intencionada de la percepción pública.

Este tipo de periodismo parcial compromete la integridad de los medios y fomenta una ciudadanía desinformada fomentando la polarización.

Solo cuando la verdad se presenta en su totalidad, sin omisiones o ajustes estratégicos, el periodismo puede cumplir su papel de construir una sociedad bien informada.


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